Sentí la nube de tus manos
apolillar mi mente, desmembrar tu cuerpo
chupar la arista suave de tu lengua
libar el sonar hiriente de tu voz.
Resbalé, erguido como siempre,
como una música de olores sanos,
raudo y perspicaz, sabiendo de antemano
que la briza eléctrica de ese aleteo tuyo
ese, ese aleteo tuyo…
dominante, cruel, enfermo,
no hacía otra cosa más que irse,
irse,
no acercarse, como parecías
acercarte… y me confundo,
y te hablo a vos
y lo grito en tercera persona
y no se a quién amarte ni por quién hablarnos
¡qué horripilante absceso de locura
se me ocurre!
al verte ir desde tu lado
hacia mi parte ausente
y nunca más.
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