ENTREVISTA 7 – Del
26/02/2017 al 07/05/2017
POETAS WHATSAPPEADOS. Ciclo de entrevistas de
Poetas del Interior (PdI)
Más conocida como
la Flaka. Mariella se suma a nuestro universo poético con una
sonrisa en los labios. No importa qué designio ha querido, en este
camino cortarle las alas, pero ella siempre ha sabido sobreponerse
para suerte de nosotros y llevar adelante sus versos como escudo y
ofrenda. Una entrevista más larga de lo habitual que comenzó por
allá por el verano 2017 y que recién vio su final en julio. Sus
miedos, sus dudas, el Puente Blanco, el viaje a Cuba, los golpes y
dolores de la vida, la música, los colegas, sus dos libros editados
y muchos temas más nos convocan en esta entrevista exquisita que no
tiene desperdicio. Sin más introducción, con ustedes, desde Rocha
para mundo... Mariella Huelmo Guerra: La Flaka.
POETAS
del INTERIOR: Como en cada entrevista, Mariella, la idea es
arrancar con una autopresentación para saber cómo se ve cada poeta
a sí mismo. Entonces, la pregunta es ¿Quién es Mariella Huelmo?
MARIELLA
HUELMO: Quién es Mariella
Huelmo es una pregunta que me hago con mucha frecuencia y que va
encontrando distintas respuestas a medida que pasa el tiempo. No
sabría decirte exactamente quién es Mariella Huelmo porque las
definiciones son riesgosas, dejan afuera todo lo que no nombran y
siento que posiblemente sea bastante menos y bastante más, en otros
aspectos, de lo que yo misma creo que soy. Es muy difícil pensarse a
uno mismo con cierta objetividad, es inexistente la objetividad. Por
lo tanto yo me veo a mi misma como una mujer en permanente
construcción.
Eso
no significa que no tenga idea de quién soy si no que no creo en las
definiciones acabadas, completas, determinantes, porque uno va siendo
a medida que va estando, también. Nuestras circunstancias determinan
mucho nuestra esencia. Entonces muchas veces me he encontrado
respondiendo de manera diferente a lo que yo creí que iba a
responder frente a determinadas vivencias y me di cuenta ahí que yo
creía que era otra en ese sentido. Entonces para mí Mariella es
eso, es alguien que se reinventa, que se retransforma, que se
reconstruye permanentemente. Mariella es Mariella y es la Flaca, es
el Tú y es el Usted, soy yo y es la otra, en toda esa dimensión del
ser y del estar en este espacio que habito y en este minuto que
respiro.
Posiblemente
mañana sin dejar de ser Mariella, sea otra.
PdI:
Con lo poco y mucho que te conozco, puedo asumir que la Literatura
siempre ha sido parte de tu vida y ha estado siempre presente y
quizás, más que nada, la Poesía, ¿Es realmente así?
M.H:
La literatura efectivamente como dices, ha sido una parte fundamental
de mi vida, desde muy niña. Yo aprendí a leer sola a los cinco
años, cuando estaba en jardinera, que era cuando en aquel momento
iniciábamos el ciclo escolar y el mundo de las letras siempre me
atrapó tanto que con la cartelería que había en la escuela de
otros grupos, en el patio, en los otros salones, de alguna manera fui
decodificando y entendiendo como funcionaba el sistema y aprendí a
leer. En ese momento entonces, yo ya leía sola libritos de cuentos.
Ahora... mi hermano, uno de mis hermanos, que tenía una imaginación
fabulosa, noche a noche se sentaba en mi cama y me inventaba una
historia para que yo durmiese. En ese momento yo no sabía que eran
historias inventadas. Lo fui descubriendo con el tiempo, cuando
ninguna de aquellas historias aparecía registrada en los libros que
me llegaban. Mi madre además, que no pudo ni siquiera completar su
formación escolar, proveniente de una familia muy pobre (la sacan de
la escuela cuando ella estaba en segundo año para criar a un
hermano) tenía devoción por los libros. Entonces incentivó mi amor
por la lectura, siempre me compraba libros. En un hogar pobre donde
había carencias, el libro sin embargo no faltaba y eso habla también
de qué cosas eran importantes en aquel momento, en que cosas
creíamos que nos iban a hacer mejores. A su vez mis hermanos entre
sí, se leían. Recuerdo con mucha claridad verlos en la gran mesa
del comedor leyéndose, contándose historias. Por lo tanto ese mundo
de la ficción, de la fantasía, de la magia que crea la palabra
estuvo presente en mi vida desde niña y determinó, evidentemente,
mi manera de ser y mi inclinación. Aunque estaba mucho más cerca de
la narrativa, la poesía de algún modo me atrapó. Y recuerdo que a
los ocho años ya tenía mis cuadernos de poemas. En la escuela
siempre era la que escribía para los actos patrios, la que leía.
También en el liceo, recuerdo haber participado de diversas
actividades en torno a la palabra. Algunas profesoras que
descubrieron ese amor por la palabra escrita, por la construcción
literaria, me incentivaron de diferentes formas, prestándome libros,
poniéndole especial atención a mis redacciones, dándome una
palabra de aliento. Así que sí, como ves, la Literatura en todas
sus manifestaciones, pero la Poesía fundamentalmente, ha sido la
sombra compañera de alguna manera, a donde voy va conmigo. Y en esos
momentos en que uno no ve su propia sombra o no tiene sombra, la
busca, la he buscado y eso ha hecho que sea quien soy, cómo soy y me
ha dado una forma de estar en el mundo.
Después,
siendo adulta, pasé por diversas etapas en mi vínculo con la
poesía. Etapas en la que escribía como catarsis, que escribía para
compartir con mis amigos sin aspiraciones a publicar, a hacer público
lo que escribía... lo que escribo (risa)... sobre todo por creer que
eso no tiene valor literario. Siempre lo digo, a raíz de leer a los
grandes autores, uno mira su propia escritura y le cuesta creer que
aquello tenga algún valor, que diga algo que a alguien pueda
conmover o interesar o resultarle bello. Entonces, la escritura
durante muchísimos años fue eso, una forma de hacer catarsis pero
sin aspiración ninguna a hacerlo público, hasta que diversas
personas, entendidas en el área comenzaron a insistirme en que
publicara y el apoyo de quien fuera mi compañero, que siempre creyó
en mi poesía más de lo que yo misma creí, fue fundamental para que
salieran “La Orfandad de la Piel” y luego “En el pliegue de la
noche”.
Incluso pasé por alguna etapa en que
rechacé la poesía. No la lectura, evidentemente. Si no que de algún
modo bloqueé mi escritura. Porque como yo escribo desde la sangre,
ocurre que escribir es entrar en mí, es remover la herida, es
abrirme puertas, es asomarme a lo que ni siquiera yo conozco de mí.
Entonces en momentos difíciles, donde no estaba preparada para ver
hacia adentro, para mirar determinadas cosas, para encontrarme en
ciertos espejos, hasta llegué a alejarme de la poesía. Fueron
momentos en los que pasé muy mal. En los que, por la dureza que
traía la vida ya en sí misma, y sin la poesía, no pude estar bien.
Al reencontrarme con la poesía, fue cuando tomé decisiones
importantes que cambiaron mi vida y, bueno, a partir de ese momento
nos hermanamos y seguimos andando juntas hasta el día de hoy.
PdI:
En tu proceso creativo, ¿Tenés algún ritual de trabajo, necesitás
determinado ambiente o atmósfera o es inspiración del momento?
M.H:
Con respecto al proceso creador, ya te anunciaba algo en esta
respuesta anterior, al decirte que yo escribo desde la sangre y
abriendo puertas hacia mí. Toda mi poesía está sellada, marcada
por mis propias vivencias emocionales. Esas vivencias determinan una
forma de entender el mundo, de concebir la vida y de sentir la vida y
una creencia firme: esta es mi manera de estar parada en la vida. Si
bien siempre hay un motivo disparador, algo que me impulsa a
escribir, luego hay siempre un proceso de corrección. La
inspiración, esa de la que hablan, las musas ¿verdad? que siempre
se mencionan, esa creencia un tanto romántica, yo creo que es eso
que yo llamo un disparador, un motivo inicial, algo que me genera una
idea que considero que tiene que ser registrada. Eso me puede
atravesar en cualquier momento, en la parada del ómnibus, en medio
de una clase, me ha ocurrido mientras los alumnos hacen escrito,
ocurrírseme algo y tener que sentarme a escribir. Muchas otras veces
me pasa que estoy en situaciones donde no tengo papel a mano, donde
no tengo ni siquiera el celular para hacer una nota de voz, ahora
tenemos esa posibilidad, y bueno... y la idea tal cual era se pierde
o vuelve de otro modo ¿no? Esa sería como la etapa inicial. Sentir
ese impulso, esa fuerza que no me permite no escribir, no registrar
lo que estoy sintiendo y pensando. Luego, sobre eso que plasmé
primero en el papel, viene una etapa de pulido, de corrección:
cambio acá, saco esta coma, este punto no corresponde, este adjetivo
está demás, estos diez versos están de más. Generalmente es mucho
de supresión, suprimir cosas, quitar. A veces pasan días, semanas,
a veces meses o años. En el último libro, “En el pliegue de la
noche”, aparecen algunos textos que fueron escritos diez años
atrás, quizás, pero que no me conformaban y luego de mucha
corrección, de mucho borrón, se llega a algo que considero
medianamente aceptable. A veces también me ocurre que estoy mucho
tiempo trabajando una idea internamente, dándole vueltas,
repensándola y cuando llego a escribirla ya viene bastante
corregida, digamos, pero... es porque la pensé mucho antes. Porque
le dediqué mucho tiempo internamente aunque no estuviese escribiendo
y tachando, mi proceso creador pasa por ahí. No me resulta decir:
Bueno, voy a escribir sobre la lámpara, por ejemplo y así fría y
objetivamente, mirando una lámpara, poder componer un texto poético.
Distinto es con la narrativa. Con la narrativa uno va elaborando
ideas, atando y después que empiezo a escribir, los propios
personajes me llevan. El mundo que se va armando dentro del relato o
dentro del cuento, me toma de la mano y me lleva por lugares que ni
yo pensé que iba a transitar... pero también hay una etapa de
corrección. Son procesos diferentes porque en la poesía tiene
muchísimo que ver, bien lo sabes tú, la musicalidad, el ritmo, la
belleza de la imagen que se construye. En la narrativa, si bien hay
un ritmo, hay que pasar por la tensión, por el misterio, la creación
de los personajes, por una construcción de un mundo verosímil,
creíble. Entonces, son diferentes las exigencias, pero la corrección
está siempre.
PdI:
Considerando tu rol de profesora. ¿Considerás que esas dos
actividades, escritura y docencia, se complementan o son antagónicas?
M.H:
Dicen por ahí que uno es lo que hace, así que ser profesora,
evidentemente ha definido y ha tallado gran parte de mi existencia y
tiene mucho que ver con mi manera de ser y de pararme en el mundo.
Primero que nada, por la creencia incambiable de que la educación
debe dignificar y que seres humanos dignos permiten una
transformación del mundo. Creo que eso también lo hace el arte.
Creo que el arte nos enriquece, nos amplía, nos abre un abanico muy
grande de ideas de sentimientos, de posibilidades... de puertas a la
sensibilidad. Entonces, desde ese lugar, la profesora y la poeta
caminan juntas. Somos una misma desempeñando en un lugar el rol de
docente y en otro el de poeta específicamente pero sin poder nunca
dejar ni a la poeta ni a la profesora afuera. En mis clases se cuela
mi forma poética de ver el mundo, de percibirlo. Percibo el arte en
todas las cosas y eso es imposible que no lo trasmita en clase.
Además hay una voluntad de hacerlo.
PdI:
¿La docencia te ha servido para mejorar tu escritura o son cosas que
van por carriles diferentes?
M.H:
Ser profesora creo que sí me ha ayudado a escribir mejor porque me
ha puesto en contacto con los grandes de la literatura. No quiere
decir esto que para leer a los poetas o los escritores magistrales
uno tenga que ser docente, no. Quiero decir que fácilmente me
encontré con ellos porque mi vocación docente me llevó por un
camino por donde era imposible no encontrármelos. Y leer mucho y
leer a buenos autores creo que a uno lo hace crecer también como
autor. Entonces sí, son tareas compatibles, nunca antagónicas y...
sí, me ha ayudado creo, por lo menos a ver mejor el mundo, a verlo
más bello, a entenderlo mejor y a tratar de que eso también se
trasmita en mis clases. Por otro lado también cabe señalar que las
estructuras del sistema educativo hacen que uno no pueda explayarse,
irse en el salón de clases únicamente hacia el terreno de la
creatividad con los alumnos, porque hay pautas, programas, objetivos
a alcanzar y secundaria, que es donde yo trabajo, tiene un sendero
trazado para eso. Debe haber muchos otros caminos, sin duda algunos
mejores, para llegar a alcanzar esos objetivos pero secundaria es
bastante estructurada y siento que eso limita en el aula. Pero,
reitero, siempre me quedo con que ser poeta y ser docente son dos
cosas que en mí, al menos, se aúnan. Pero claro, si bien son tareas
que se aúnan, un ejercicio comprometido de la docencia nos resta
muchas horas para la creatividad. Porque uno se viene a la casa, bien
lo sabes tú que eres docente, con todo para hacer. Para planificar,
para rever. A buscar nuevos textos, nuevos autores, nuevas formas
para enseñar, nuevos caminos y todo eso hace que el tiempo que queda
para crear sea muy escaso.
PdI:
¿Sos el tipo de poeta que suscribe aquello de que la mejor poesía
es aquella que nace desde el dolor y que en momentos de felicidad uno
no escribe o escribe sin tanto valor literario?
M.H:
Ciertamente es un tema que ha estado más de una vez en el tapete de
qué es lo literario o el quehacer literario. Personalmente, lo
primero que te diría es que no, porque pienso, por ejemplo, en
grandes poetas como Walt Whitman o Pablo Neruda, que podían poetizar
desde la alegría, desde el disfrute, desde el goce pleno de todo lo
sensorial y las pequeñas maravillas que ofrece la vida. Si pienso
por ejemplo en aquellos versos de Neruda donde él dice “yo cambio
la primavera porque tú me sigas mirando”, son muy profundos en
cuanto a qué significa el goce y el disfrute del amor, la presencia
de ese ser amado en la vida de la voz poética. Si pienso en todos
los versos de Walt Whitman, profundamente optimista, no podría decir
que se necesita el dolor para escribir mejor.
Si
pienso en mi propia poesía, te digo que sí, porque pienso que a mí,
como a tantos, como a todos quienes escribimos o a quien hace
cualquier tipo de producción artística, crear nos ayuda a vivir, a
sobrevivir, nos ha salvado, nos salva la vida como se dice, y en el
caso nuestro no es una metáfora. En mi caso creo que logro mejores
productos literarios cuando la temática está relacionada con
cualquier tipo de dolor o incuso el dolor de estar vivo nomás, pero
eso es una limitación mía. Un límite que tiene mi propia capacidad
creativa y que no tiene por qué tener la capacidad creativa de
todos. Creo que lo que nos ocurre es que cuando estamos sufriendo
alcanzamos en nuestras reflexiones, algunos terrenos de profundidad
que a veces, cuando estamos gozando no alcanzamos, porque estamos
justamente dedicados a vivir y a disfrutar ese momento y no entramos
en el análisis exacto de qué implica la alegría o el goce. Me
ocurre que cuando toco temáticas de pleno optimismo, de felicidad,
siento que caigo en la cursilería, en los lugares comunes. Pero
reitero, es una limitación mía en el manejo del lenguaje. Hay
quienes pueden poetizar bellísimamente sobre los momentos más
felices de la vida. Yo tengo algunos textos que rebozan ese
optimismo, esa sensación de plenitud que, bueno... están
relacionados, por ejemplo con mis hijos. Creo que uno de los poemas
más hermosos que he logrado en ese terreno es el texto “Angelina”
que forma parte del disco “En el pliegue de la noche”, no del
libro, pero sí del disco que lo acompaña; como la canción
“Farolas”, que también está en ese disco. Bueno, fue un poema
primero, luego una canción. Son dos textos que están relacionados
con el amor y con mi vínculo como madre con mis hijos. Pero no
siempre logro un texto que me satisfaga, es más la mayor parte de
las veces, no me satisface y lo descarto. Creo que también nos
resulta más fácil identificarnos con el dolor, o sea leemos a
alguien que plantea una problemática de pena, de angustia y nos
resulta más sencillo identificarnos con esa problemática que de
pronto con la alegría o con la felicidad del otro. No por falta de
empatía sino porque creo que dolores profundos todos tenemos en la
vida, en un momento u otro y unos padecen mucho lo que otros no
padecen tanto, pero siempre el dolor parece recién nacido. Entonces
nos mencionan el dolor, alguien nos habla de una congoja e
inmediatamente vuelve a nosotros, aflora toda esa memoria que tiene
el cuerpo, las emociones, la mente. Toda esa memoria que está en
nuestra historia del sufrimiento. Y creo que en cambio, a veces, nos
cuesta más identificarnos, ponernos en los zapatos del otro cuando
la vivencia es la alegría. Si uno está atravesando un momento
difícil, por más que se alegre por el otro, es muy costoso poder
salir del dolor de uno para ponerse en la alegría del otro y creo
que a la inversa, como te decía, no tanto. Quizás por eso también
sintamos que la temática del dolor favorece la creación. Pero,
reitero que no. Hay grandes poetas que trabajan sobre la alegría o a
partir de ella y pienso en este momento en Rafael Courtoisie, por
ejemplo, que desarrolla todo un abanico creador donde siempre el
optimismo, la esperanza vital, la alegría a la hora de enfrentar la
vida y ver cualquier conflicto está presente. Entonces, para algunos
poetas puede ser una limitación el tema de la alegría, como en mi
caso, creo que para otros, no.
PdI:
Mariella, quizás seas una de las voces autorizadas para opinar sobre
esa ambivalencia, esa eterna discusión que se genera, y sobre el
cual hemos participado los dos en algún debate, entre Montevideo y
el interior a la hora de la escritura y las posibilidades que cada
lugar ofrece en espacios y posibilidades de participación. Hay
quienes afirman que no existe tal diferencia y hay quienes creen que
desde el interior mismo deben generarse estos espacios para hacer
visible nuestra tarea para los demás lugares.
M.H:
Apenas me formulaste esta pregunta me acordé de la vieja Celestina,
de la obra que lleva el mismo nombre. Una vieja tan sabia como astuta
que dice “Cada cual dice de la feria según le va en ella”. Y
bueno, inevitablemente creo que vemos el mundo y lo vivenciamos desde
la parcela de tierra en la que estamos parados. Entonces, mi visión
es la de una persona del interior, como la tuya, creo. No sé si soy
una voz autorizada. Puedo hablar de mi experiencia y de la que han
tenido otros compañeros, también del interior y de Montevideo, que
afortunadamente he ido conociendo. Yo creo que hay una diferencia,
sí, porque en Montevideo todo está mucho más al alcance de la mano
y hay una movida cultural mucho más fuerte que en ciudades, por lo
menos como la que yo vivo. Quizás en otras ciudades más grandes ya
haya una infraestructura y un movimiento cultural que esté
pareciéndose o semejándose a Montevideo. Yo estoy pensando en este
momento, por ejemplo, en ciclos de lectura como Caramelos y
Pimientos, como Rondas de Poetas, como lo que se hace en Kalima. Nada
de eso tiene lugar aquí en Rocha. El Centro Cultural realiza un Café
Literario cada tanto tiempo, va invitando distintas personas pero no
hay nunca un ciclo regular establecido de lectura de poesía, por
ejemplo. Hay muchas películas que se estrenan en Montevideo y al
interior no llegan. Exposiciones de pintura, obras de teatro, danza.
El ballet Nacional acá, por ejemplo, nunca ha estado. Entonces, creo
que es innegable la diferencia que hay entre vivir en Montevideo para
acceder a la cultura y vivir en el interior. Creo que también tiene
razón quien dice que nosotros debemos, nosotros los del interior,
generar cosas para ser visibles. Ocurre que uno lucha contra molinos
de viento ¿no? Es quijotesca la tarea en el interior, y tú lo sabes
mucho mejor que yo porque has organizado junto con tus compañeros
del Taller Lobisones esa movida espectacular de “Fray Bentos,
Capital de la Poesía”. Cuando se encuentra un grupo de gente, no
sólo con capacidad creadora, sino dispuesta al esfuerzo, con
voluntad de trabajo y con tiempo, o que de algún modo se hacen el
tiempo para crear actividades culturales, es más fácil. En la
soledad es bastante difícil. Estoy pensando en grandes poetas del
interior que terminaron viviendo en Montevideo y fue allí cuando
comenzaron a hacer su carrera y a despegar y ser conocidos. Pienso
por ejemplo en Marosa di Giorgio, en Mario Benedetti sin ir más
lejos.
Evidentemente hay un requisito primero que
es el talento. Si no se tiene talento por más que se viva en el
mejor lugar, creo que hay puertas que no se van a abrir. Mi
experiencia me dice que conectarse con gente de Montevideo ayuda,
porque A te presenta a B. B te invita a tal actividad y en esa
actividad conoces a C y entonces C tiene un contacto con aquel diario
o con aquella radio y así empieza como a moverse un poco lo que se
refiere a darse a conocer ¿no? Entonces, creo que eso ayuda. De
hecho en Montevideo hay muchos programas... radiales por ejemplo y
algunos televisivos también que tienen como tema la creación
artística. En el interior no hay un solo programa... cuando digo el
interior me refiero a mi departamento, ¿verdad? que es lo que yo
conozco y de lo que sí puedo hablar con propiedad. Aquí no hay un
solo programa donde se proyecten las actividades culturales. De
pronto te invitan a un programa televisivo, como me invitaron mí,
pero quién me entrevistaba sabía muy poco o nada de mi creación.
No tiene una formación en el área artística... entonces la
entrevista tampoco alcanza la profundidad y la riqueza que pueden
alcanzar otras entrevistas, por ejemplo, que me han hecho en Emisora
del Sur, en algunos programas. Yo lo veo en todos mis compañeros.
En Rocha hay mucha gente que escribe y bueno, los que no han podido
conectarse con el mundo que está más allá del puente blanco como
decimos acá, son conocidos en Rocha. Uno sabe quién es X, quién es
tal, pero en Montevideo no tienen idea de su existencia. También
debe pasar al revés ¿no? Que existen grandes poetas montevideanos y
nosotros... poetas, artistas, de todos los palos ¿verdad? de todas
las áreas, y nosotros no tengamos ni idea. Creo que salvo que uno
está en la movida cultural e interesándose por saber quién está
haciendo qué, golpeando puertas y teniendo a alguien que te facilita
un camino, que te dice “golpea allí, en aquella puerta que te van
a atender”, se hace bastante más arduo para la gente del interior.
Hay una cuestión no más que es el tiempo real. Por ejemplo a ti, a
mí, a quien sea, nos van a hacer una entrevista en Montevideo y uno
tiene que disponer por lo menos de un día. Una tarde larga y ya la
noche para poder irse, ser entrevistado, volver. Por supuesto que hoy
en día existen otros medios que han facilitado la conexión, la
comunicación. Convengamos también que no son iguales que el cara a
cara. Personalmente he sentido que las entrevistas que me realizan
cara a cara son más ricas. Se puede ahondar más que en otras que me
han hecho por teléfono. Pero bueno, como te decía, esa es mi visión
del mundo y de esta realidad artística desde este lugar en el que me
ha tocado y también un poco he elegido vivir.
Dejando
a un lado esa cuestión puntual del camino para conectarse con otros
que están haciendo más o menos lo mismo que uno hace, mencionaba
hace un rato que hay más facilidad para acceder a distintos
espectáculos, a la cultura en general y eso es un punto que me
parece muy importante porque cuando uno va a un espectáculo de
teatro o a ver una buena película o una buena banda, a un buen toque
musical, lo que sea ¿no? evidentemente no estamos solo frente a un
rato de disfrute y de goce, sino que estamos enfrentándonos a un
propuesta artística que sin duda alguna a la gente sensible la
conmueve y le remueve cosas. Cuántas ideas creadoras habrán surgido
a partir de una cuestión puntual que se vio sobre las tablas, por
ejemplo. O de un texto que alguien leyó o que alguien cantó por
otro lado. Entonces creo que cuanto más facilidad tengamos para
encontrarnos con el arte y con quienes hacen arte, más facilidad
tenemos para crecer también artísticamente. Recuerdo hace muchos
años, yo había ido a Montevideo y vi una obra de teatro, también
con algo de musical. “Una ópera para nuestros días”, creo que
se llamaba o algo así. Tiempo después, alguien, un creador
rochense, me muestra algo que estaba escribiendo muy similar a esa
obra que yo había visto y él estaba entusiasmadísimo porque le
parecía que era una gran novedad y sin embargo eso ya había sido
hecho. No garantiza estar en Montevideo que uno lo vaya a ver y vaya
a saber todo lo que se hace, pero si estás en la movida del arte hay
bastante más posibilidades de que te enteres de qué está pasando
por allí y de en qué cosas se está innovando que si estás lejos y
no tienes conexiones.
Si
bien las redes sociales, los medios, nos permiten saber que de pronto
se está haciendo tal cosa, muchas veces no podemos acceder al
contenido de eso ¿no? A la riqueza que eso contiene, que eso
alcanza, a la potencia que desarrolla. El teatro… Yo estoy pensando
en el teatro. Siempre que voy a Montevideo voy a ver alguna obra y,
bueno, a eso no lo puedo ver acá, ni por Youtube ni ninguna red...
no hay manera...Está bien porque es el trabajo del artista ¿no? Y
tiene que ser respetado. Pero bueno, es una limitación a la que los
creadores del interior también nos enfrentamos y creo que eso
también nos va limitando en nuestros conocimientos, en nuestra
amplitud, en el abanico que abrimos a la hora de crear. Creo que
cuanto más conocemos, cuanto más leemos, cuanto más películas
vemos, buenas películas, cuanto mejor teatro consumimos, cuando
escuchamos muy buena música, evidentemente nos estamos
enriqueciendo, nutriendo y eso después repercute en la tarea
creadora. Entonces, para redondear y no extenderme más en este
punto, creo que hay varias cosas que hacen a una diferencia. Desde mi
punto de vista, sí las hay y algunas pesan más que otras y como
siempre en este mundo capitalista en el que vivimos muchas cosas
pasan por el dinero. Si uno tiene el dinero para pagarse la ida a
Montevideo, el consumo de arte y lo demás, está más cerca. Pero
reitero aquello que dije hace un rato, hay una cuestión de talento,
“lo que natura non da,
Salamanca non presta”. Por más
que uno consuma mucho arte, si no tiene un talento artístico, no lo
va a desarrollar. Podrá desarrollarlo un poco pero no va a alcanzar
el talento de quién sí lo tiene y además tiene acceso a la
cultura.
PdI:
Hay departamentos que tienen referentes literarios muy grandes y
suelen salir varios por generaciones. Pienso en Salto, pienso en
Tacuarembó. Rocha en ese sentido, ¿qué referente destacado tiene,
en popularidad y en calidad y son tus referentes locales? Y de los
que no son tan conocidos, ¿cuál podrías destacar?
M.H:
Es una pregunta bien interesante porque nos obliga a revisar lo
cercano, lo próximo. Viste que siempre tendemos a idealizar, a
idolatrar, a darle más mérito a lo que está lejano y esta pregunta
me obligó a repensar, como te decía, a remirar el paisaje cultural,
el paisaje poético de la ciudad y del departamento en el que nací y
al que volví a vivir. Yo creo que sin duda alguna el gran referente
de Rocha es Enrique “Gallineta” Silva. Muy conocido a través de
las musicalizaciones que hicieron grupos como los Zucará, Sol y
Palma, que son también los más conocidos fuera de Rocha y otros
tantos músicos que le dieron un sonido musical extra a la poesía
del Gallineta. Obviamente no tiene la trascendencia que tuvo un Mario
Benedetti o una Marosa Di Giorgio, como mencionábamos recién, pero
en Rocha, el Gallineta, que ya no está, es un referente. Es
prácticamente la voz del pueblo, digamos. Por su manera de decir
sencilla, por cantarle a las cosas propias de nuestra ciudad, de
nuestro paisaje, de nuestro pueblo; a sus repechos, a sus calles
adoquinadas, angostas muchas de ellas, a la ropa tendida en la cuerda
o sobre los alambres, al barrio La Estiva… O sea, él pintó con la
palabra nuestro paisaje y yo creo que dejó un sello muy grande en
mucha gente que escribe en Rocha y también en los músicos. Muchos
músicos que a su vez escriben sus propias canciones, que son
autocreadores de los textos que interpretan. Ahora... Rocha también
tiene otras figuras de no menos peso y que sí tuvieron un
reconocimiento en Montevideo como por ejemplo la poeta Gladys
Castelvecchi, que ya trabaja con una poética diferente, con un
lenguaje poético y una construcción de imágenes diferentes pero
hermosamente rica, también. O sea, son dos poesías diferentes pero
Gladys también marcó el departamento para aquellos que seguimos la
lectura, que estamos en el ámbito de escribir y de leer.
Posiblemente si uno para a equis persona en la calle y le pregunta
cuál es el poeta que conoce de Rocha, mencione al Gallineta, pero te
reitero, hay otros poetas importantes también. Por ejemplo Clemente
Padín, que fue por una poesía visual , distinta realmente a todo lo
que se ha hecho acá en el departamento, innovando, proponiendo algo
totalmente diferente pero muy valioso en su aporte al arte, ¿no? No
es la línea poética que sigue la mayor parte de quien crea en Rocha
pero si pensamos en poetas rochenses, a Clemente Padín no podemos
olvidarlo. Tampoco podemos olvidarnos del querido Ignacio Suárez, un
poeta que sigue produciendo, que sigue escribiendo, leyendo poesía
por allí en lo boliches. Armando espectáculos, que tiene canciones
magistrales, textos magistrales como “Los Boliches” que llegó a
ser interpretado por Zitarrosa, por mencionar alguno, quizás el más
conocido. O Jorge Rodríguez Benítez, el Ballano, cuyos textos
musicalizó Pareceres. Entonces, Rocha sí es una tierra que genera
cultura, que genera grandes creadores. Pienso que posiblemente me
esté olvidando de alguien en este momento, pero pienso que los de
más relieve serían esos.
También hay otros creadores que quizás
sin estar en ese plano de popularidad que alcanzaron estos poetas,
han hecho grandes aportes a la cultura rochense. Por ejemplo,
Dagoberto Vaz Mendoza, un imprescindible dentro de nuestros
creadores. Enrique Cabrera, quien integró el grupo Maciegas, bueno,
si bien no es rochense, hace muchos años que vive en Rocha, pero es
un poeta también de fina talla, ¿verdad? Ángel Gabito Bergougnoux
también hizo grandes aportes. Gabriel Núñez Rótulo, que si bien
lo conocemos como cantante, tiene muchísimos textos que son poesía
pura. Uno piensa en el “Romance a Rocha” por ejemplo, o en la
canción “Respuesta” y son poesía. Entonces, los conocemos como
cantantes pero no podemos quitarle el valor, el aporte poético que
han traído a nuestra ciudad. Y después hay una gran camada de
escritores dentro de los que me encuentro, creo, que aportamos
nuestra voz, nuestra sensibilidad, nuestro modo de decir, de ver el
mundo y bueno, cada uno con sus talentos, con sus características
pero creo que también hacemos al quehacer cultural de la ciudad y
vamos marcando un camino, abriendo un camino que después transitarán
otros, los jóvenes con sus nuevas voces y aportarán lo suyo
también. Y hay figuras que trascienden i lo que es netamente la
escritura poética o literaria que fueron hacia el terreno de la
investigación, del ensayo o de reflexiones filosóficas como fueron
Rosalío Pereyra, Ángel María Luna. Esos también son referentes de
peso en nuestro departamento.
PdI:
En Rocha hay un dicho que dice que si pasaste el “Puente Blanco”
(a la salida de Rocha) recién ahí lograste trascender en la
disciplina que practicas, sea cual sea. ¿Vos dónde te considerás
parada hoy, antes del Puente Blanco, arriba del Puente Blanco o ya
pasaste el Puente Blanco?
M.R:
Como todo, Javier, creo que depende mucho de la perspectiva en la
cual uno se coloque a mirar ¿no? Es una pregunta difícil de
contestar aunque no parezca porque me obliga un poco a pensar quizás
en cómo ven los demás el sitio en el que yo estoy colocada como
poeta. Porque acá en Rocha usamos esa expresión: “cruzar el
Puente Blanco” cuando alguien es conocido fuera de la ciudad,
adquiere cierto grado de popularidad fuera de la ciudad. Yo creo que
las redes sociales y mis idas a Montevideo, los contactos que he
generado allí, mis participaciones en distintas actividades poéticas
en Montevideo, en otros lugares del interior del país como en Fray
Bentos mismo, en Maldonado, en distintos lugares, han hecho que mi
nombre de algún modo sea conocido, fundamentalmente entre pares. Que
los poetas de otras partes del país sepan que en Rocha hay una poeta
que se llama Mariella Huelmo (risas) y por ende otro público que no
es poeta. Yo estaba pensando cómo me sorprenden a veces determinadas
circunstancias. Hace muy poquito me escribe alguien por el Face,
alguien desconocido, que ni siquiera somos contacto, diciéndome que
quería mi libro, que no es de Montevideo y cómo hacía para
adquirirlo. Es una persona que no escribe pero que gusta leer la
poesía. O sea que también un no poeta, un lector, sabe de mi
existencia por allí y gusta de lo que escribo. En ese sentido uno
podría decir “pasé el Puente Blanco”, porque varias personas de
distintos puntos del país me han pedido el libro y/o me leen a
través de la red, fundamentalmente a través de Poetas del Interior.
Desde otro punto de vista, mirándome a mí misma en cuanto a mi
capacidad creadora yo creo que estoy EN el Puente Blanco, parada allí
en un momento en que he logrado dejar atrás ciertas cosas
características de mi ciudad y empezar a hacer un camino más
acompañada por gente de otros lugares. En ese sentido siento que
estoy atravesando el puente, caminando hacia y caminando con, porque
uno nunca logra nada en soledad absoluta. Creo que en realidad todos
y cada uno de los artistas que logra ser medianamente reconocido
fuera de nuestro territorio más cercano, no es gracias únicamente a
la obra de uno en particular sino al hacer de todos y el claro
ejemplo es la congregación que se forma en setiembre con los poetas
ahí en Fray Bentos. Como decía una de las organizadoras, es el
interior el que está mostrando que suceden cosas fuertes. Entonces,
en ese sentido, te diría estoy en el Puente Blanco caminando con
otros compañeros, haciendo un camino de golpear puertas, de
encontrarnos, fundamentalmente de disfrutar de lo que hacemos. No
tendría sentido para mí cruzar el puente solo por el hecho de decir
estoy del otro lado del puente. Para mí tiene sentido por lo que
implica ese andar. Yo creo que lo mejor que me ha sucedido en este
andar poético ha sido la cosecha humana. La gente maravillosa que he
conocido en distintas partes de mi país y también fuera del país.
El año pasado, cuando tuve la fortuna de participar en el festival
de poesía de Cuba, conocí grandes poetas, algunos muy jóvenes,
quedamos en contacto y siempre me están diciendo “la isla te
espera, estamos de puertas abiertas”. ¡Y cuánto quisiera uno
volver a reencontrarse con esa gente! A compartir poesía con esa
gente como lo hacemos habitualmente en el terruño o un poquito más
allá. Yo creo que de algún modo todos estamos antes del puente,
sobre el puente y después del puente, porque depende mucho de desde
qué lugar nos pongamos a mirar y a analizar. Yo no creo ser en este
momento una referente de la literatura uruguaya, no me van a nombrar
a mí. No creo. Entonces, en ese sentido, estoy antes del puente,
sigo siendo una referente acá en Rocha donde sí me reconocen como
escritora. No sólo la gente que está en el ámbito de la escritura
sino la gente común. Los otros días en el acto del Primero de Mayo,
me paró alguien para saludarme y me dijo: “tú eres Mariella,
Mariella Huelmo, la escritora”. Entonces, depende de dónde nos
coloquemos, Javier. Antes del puente, en el puente y también después
del puente. Pero la idea que quiero resaltar y lo que me importa en
definitiva, teniendo el puente como referencia, es ese transitar
acompañada y ese sentir que en el camino de la poesía cada vez
somos más porque nos vamos encontrando y ahí, quizás, entre todos,
logremos pasar los puentes blancos de ida y de vuelta.
PdI:
¿Qué sentís cuando gente a la que nosotros, que somos más nuevos
en esto de escribir, admiramos y respetamos, como el Cristo Olivera,
el propio Maca, etc. se refieren a tus textos con elogios?
M.H:
Yo te diría, Javier y esto va a sonar un tanto gracioso, que he
sentido cierto alivio. A mí siempre me ha ocupado mucho el cuidado
de lo que escribo y de lo que doy a conocer, de lo que hago público,
sobre todo de lo que edito en un libro, de lo que elijo que forme
parte de un libro. Evidentemente con las limitaciones de mi capacidad
creadora, pero he tratado de que sea lo mejor posible. Lo mejor que
yo puedo hacer. Porque siempre me ha costado creer que esa producción
mía tenga un valor literario, un valor poético y que pueda ser algo
más que catarsis y que pueda resultarle interesante, buena poesía
como dices tú, a personas que tienen un conocimiento, un caudal
cultural y también un talento que a uno le resulta admirable. Yo
creo que la anécdota que más ejemplifica esto que siento la traje
justamente del encuentro de poetas en Fray Bentos. Allí estaba, bien
lo sabes tú, Jorge Albistur a quien yo he admirado siempre por sus
conocimientos, tengo muchos libros de crítica de Albistur y él
además fue mi inspector de Literatura en el aula. Fue uno de los
pocos inspectores que yo realmente siento que me hizo sugerencias de
trabajo que me ayudaron a mejorar mi clase, que de verdad me dio una
guía de trabajo, significativa, importante. Y bueno, estaba Albistur
el domingo en la mañana, habíamos tenido las tres charlas, con él,
con Fabián Severo y con Marcia Collazo y a mí me tocó leer poco
rato después de que ese ciclo de conferencias terminó, digamos. Y
Albistur estaba ahí en la sala. Te diré que no sin cierto temor
hice mis lecturas, porque uno siempre tiende a sentirse en deuda con
esas personas, sentir que no debe fallar delante de ellos, aunque
estaba en un rol absolutamente diferente al de docente. Y recuerdo
que elegí leer un texto que integra “En el pliegue de la noche”
( en ese momento todavía no había sido editado el libro), un texto
de la última parte donde el tema es la poesía en sí misma. Y yo
planteo en ese poema que hay muchísimas veces que leo lo que escribo
y me parece que no tiene valor ninguno y pienso, por respeto a la
poesía no debería escribir ni una letra más. Y eso es lo que
sostengo a lo largo del poema y culmino diciendo, “ciertamente no
debería escribir una letra más”. Fue mi última lectura. Cuando
yo me dirijo a sentarme, paso por Albistur, él me toma del brazo y
me dice: “ni se te ocurra dejar de escribir”. Y realmente yo me
fui con un regocijo interno muy grande, pensando “le gustó a
Albistur”. Ahora... tú me nombrabas al Cristo o a Maca y a tantas
otras personas que vienen a mi mente ahora, como el querido Lauro
(Marauda), el querido Nacho Suárez que prologó este segundo libro,
otra gente que uno admira y respeta mucho... y bueno, reitero, puede
sonar hasta gracioso pero es un cierto alivio pensar y sentir que
esto que estoy compartiendo con los demás no es simplemente catarsis
y no es solamente un texto que pueda compartir en una rueda de
amigos, sino que puede tener una proyección mayor.
A
mí me parece bárbaro que todo aquel que desee escribir, escriba.
Siempre se lo digo a gente que se arrima, alumnos que tienen esa
inquietud, me parece fantástico. No hay nunca que dejar de escribir.
Mi gran duda, como creo es la de la mayor parte de los poetas, es qué
es publicable, qué dejo de compartir en la rueda y permito que
llegue a los demás. Entonces, reitero, con mis limitaciones como
creadora, con mi perfil poético, muy personal, muy intimista, me
proporciona cierto estado de serenidad saber que otros referentes,
grandes referentes, de la literatura, del quehacer poético
consideran que mis versos tienen algún valor. Un valor del que es
merecedor todo posible lector. Para mí, uno tiene que respetar a sus
posibles lectores y por eso entregar lo que merecen ¿no? Lo mejor.
Entonces me serena eso, pensar, “bueno, el producto que estoy
entregando tiene condiciones, cualidades para ser bien recibido por
los amantes de la poesía, del género”.
PdI:
Comparame “La orfandad de la piel” y “En el pliegue de la
noche”.
M.H:
Para mí la mayor diferencia entre “La orfandad de la piel” y “En
el pliegue de la noche” es el exhaustivo trabajo que realicé en
este último libro en los aspectos formales, fundamentalmente. Si
bien “La orfandad” es un libro también pensado como libro,
organizado también en secciones temáticas, recoge distintos
géneros, porque tiene poesía, prosa poética, minicuentos, cuentos,
relatos; entonces es un libro que es más amplio en ese sentido. Los
temas son bastante similares, aunque “En el pliegue de la noche”
se incluye alguno más, pero son libros diferentes en el
planteamiento estructural que le hacen al lector. “En el pliegue de
la noche” está formado por un poema inicial, un poema de largo
aliento de carácter autobiográfico y cinco secciones temáticas que
tienen exactamente diez poemas cada uno. En esos diez poemas yo hago
un recorrido desde el dolor, el caos, la angustia, la oscuridad,
hacia la luz, hacia la calma, la serenidad, el rescate de lo positivo
que nos puede dejar aún la vida. En todas las secciones hay, a la
altura del poema cinco, poema seis, un quiebre hacia la luz. Eso en
“La orfandad de la piel” no ocurre. De hecho, el título del
libro “La orfandad de la piel”, deja muy plasmada esa sensación
de soledad, de desamparo, de angustia, de ser huérfano. Mientras que
en este otro libro, y ahí entramos también en lo temático, se
encuentra el refugio, por eso también el título, “En el pliegue
de la noche”. Si bien se transita ese camino angustioso, se
encuentra el pliegue, el sitio de protección, el doblez por el cual
caminar e ir hacia otro lugar.
“La
orfandad”, además, recoge textos muy antiguos. Algunos tenían
hasta veinte años para atrás de escritos. Yo mejoré, retoqué,
pero están muy, muy lejanos en el tiempo conviviendo con otros
bastante más cercanos. “En el pliegue de la noche” los textos,
la mayoría, fueron producidos en esos dos años, entre principios
del 2014, cuando cierro “La Orfandad de la Piel” y primeros meses
de 2016, que cierro “En el pliegue de la noche”. Y si bien retomo
algún texto anterior, fueron tan corregidos, tan trabajados, tan
pulidos que quedaron todos en una misma línea de lenguaje, de forma
de expresión, de estructura. En ese sentido, quizás podamos decir
que sí hay un crecimiento en cuanto a la producción de la obra como
libro. También la experiencia de ya haber editado con editores, que
te hacen sugerencias, hace que uno empiece a pensar distinto. A no
ver el poema en sí mismo sino a verlo como parte de un conjunto. De
pronto me ocurrió con textos que me gustaba cómo estaban
finalizados, redondeados, que al colocarlos dentro de la obra sentía
que algo fallaba. O porque se repetía una palabra que aparecía en
el poema anterior, en el poema siguiente,o una imagen muy recurrente.
Entonces uno empieza a mirar el conjunto de la obra y el camino que
quiere realizar con esa obra. Hay juegos, intertextualidades dentro
de “En el pliegue de la noche” que no aparecen, por ejemplo, en
el libro anterior. Ocurrió también que yo, por mis temas de salud y
de salud de mis familiares, como tú sabes, estuve un largo tiempo de
licencia médica y entonces tuve mucho tiempo para leer y releer,
trabajar los textos, hasta decir... bueno, esto me satisface y creo
que puede ser el producto final como poema y luego ya como libro.
Temáticamente
los dos libros trabajan aspectos que a mí siempre me han preocupado.
El silencio en todas sus manifestaciones, el silencio no sólo
físico, la ausencia de ruido, o de sonido, sino el silencio de seres
amados, el silencio de uno mismo frente a determinadas actitudes
propias y ajenas. Recorren también los dos libros el tema del
tiempo, el de la soledad, del viaje existencial, la búsqueda
permanente, el cuestionamiento filosófico sobre la vida, las dudas,
las muchas dudas que me han acompañado, las escasas certezas que he
logrado adquirir en este medio siglo. “En el pliegue de la noche”
incluye una sección que gira absolutamente entorno a la poesía. La
última sección del libro:”Los crepúsculos del verbo” tiene
como tema la poesía en sí misma y mi vínculo con el quehacer
poético. Cómo durante un tiempo hasta me negué, quizás, a
aceptarme como poeta pero la poesía, en su terquedad, recurre a mí
una y otra vez hasta que yo asumo que es lo que más me gusta hacer y
ser y hasta que entiendo también que la poesía es lo que
insistentemente me ha salvado la vida. Y no es metáfora y no es
hipérbole, es una realidad en el sentido más literal que podamos
darle. Me ha salvado la vida. Por eso el poema final del libro
culmina justamente planteando eso, que “como
un cuenco azul llevo entre mis dedos la colina fértil del verso”.
Por último te diría que yo creo que entre
los dos libros hay un crecimiento del ser humano. Porque esos años,
como tú ya lo sabes, fueron muy duros para mí y me enfrentaron a la
pérdida de seres muy cercanos y muy amados por mí y me enfrentaron
a la posibilidad de mi propia muerte al padecer cáncer. Entonces uno
hace un giro en la forma de mirar la vida y de qué cosas son
valiosas, importantes, y de cómo quiere vivir el tiempo que tenga
para vivir. Yo creo que hice un gran aprendizaje de vida en esos
tiempos, que lo sigo haciendo ¿no? Y creo que quizás me volví más
humilde porque, justamente, la vida te demuestra que no eres dueño
de nada, que nunca estás a salvo de nada y que debemos estar
permanentemente en actitud de aprendizaje para poder dar y para poder
recibir. Creo que eso también se nota en el último libro, que mi
postura frente a la vida es otra, no es exactamente la misma de “La
orfandad de la piel” a “En el pliegue de la noche”, cosa que me
parece muy buena porque si pasa el tiempo por nosotros y somos
inmunes a él, significa que no aprendimos nada.
Y
claro, obviamente, la diferencia más notoria entre un libro y otro
desde el punto de vista de su presentación y de lo que ofrecen es
que “En el pliegue de la noche” contiene un CD con textos míos
musicalizados por varios músicos rochenses. Los musicalizaron y
los interpretan. Se dio ahí algo muy particular, la conjunción de
una cantidad de músicos de diversos estilos musicalizando una única
poeta y yo creo que el gran aporte que hacemos aquí es que está
reunido lo qué se está haciendo musicalmente en Rocha en este
momento. Tiene el disco desde integrantes muy jóvenes, con veinte y
poquitos años, desarrollando sus primeras armas en la música, hasta
referentes, gente que tiene toda una carrera realizada, referentes
musicales de nuestro medio y también de fuera de Rocha ¿no? Y eso
también es como una “curiosidad” del libro. No son tantos los
libros que acompañan la producción textual con una producción
musical.
PdI:
Escuchando tus respuestas se me ocurre preguntarte ¿qué te llevó a
incluir un CD en el libro y qué crees que le aporta ese material?
M.H:
En realidad la idea de grabar un disco dejando registro de las
musicalizaciones de mis textos es una idea muy vieja. Con Alejandro
Elías, que es quien tiene más participación en el disco, por una
cuestión del tiempo que hace que nos conocemos y de que él ha ido
musicalizando diferentes poemas de distintas etapas, muchos años
atrás, habíamos dicho: “tenemos que dejar un registro de esto”.
Porque hemos hecho varios espectáculos poético-musicales. Yeso
quedaba en la gente que lo vivía y desaparecía. Una época además
previa a los celulares y a toda esta facilidad para registrar, para
grabar, para fotografiar. Hicimos muchas cosas de las que no tenemos
ni siquiera una foto y entonces empezamos a ver que había mucho
esfuerzo, mucha dedicación y que no quedaba registro de eso que
estábamos haciendo y surgió la idea de grabar el disco. Por
distintos motivos en ese momento no pudimos hacerlo. Pero y lo
hicimos después, en este momento, cuando fui a editar el libro.
Empieza siendo un proyecto con Alejandro Elías, básicamente con los
temas que él tenía musicalizados y un par de músico más que
tenían un tema solo mío cada uno. Empezamos así, con esa idea ¿no?
Ahora, a medida que yo fui dando a conocer a través de las redes
sociales, compartiendo esa experiencia que estábamos teniendo (que
fue también una experiencia maravillosa por todo lo que aprendí con
los músicos, por todo lo que me brindaron y me permitieron
brindarles), empiezan a llegarme los mensajes de otros compañeros
músicos que también habían trabajado textos míos o que estaban
trabajando en ese momento y aún no me lo habían mostrado, querían
saber si me gustaría y si era posible participar del proyecto.
Cuando quise acordar me encontré con un conjunto de diez, once
músicos, trabajando en torno a mi poesía. No fue fácil el registro
de eso porque alguno de ellos ni viven en Rocha aunque son sí
rochenses. No era fácil coordinar horarios, entre ellos mismos,
entre el estudio de grabación, conmigo, que siempre traté de estar,
acompañé la mayor parte de las grabaciones. Fue un proceso que nos
llevó varios meses y que demoró la edición del libro, la
presentación del libro que estaba pronto desde unos cuántos meses
antes y como no terminábamos de grabar no salía a la luz.
Yo
creo que le aporta lo que te comentaba recién. Por un lado brinda un
panorama de los músicos rochenses de hoy en día, cada uno con su
estilo, con su particularidad. Allí uno encuentra desde algunas
canciones con un corte más folclórico hasta canciones de rock.
Desde una balada bastante romántica a tangos, a tangos fusión y se
aportan mis lecturas, también. Como introducción a cada canción,
leo un poema; están unidos, poema y canción temáticamente.
Hay dos canciones que van solas, sin
recitado mío y un poema que no lleva canción. Para mí esto es un
poco volver al origen porque música y poesía nacieron juntos. Fue
andando el tiempo que se transformaron en artes independientes y creo
que presentarlo de esta forma es seguir insistiendo en ese origen,
que tenemos presente, evidentemente. A su vez es brindar algo más
artísticamente. Otra propuesta que no tiene que ver únicamente con
la palabra escrita sino con la palabra cantada, con el sonido, con la
creación musical. Me parece valioso dejar un registro de ese
quehacer de los músicos. Un registro de mi propia voz que, no seré
una gran recitadora sin duda, pero queda allí un registro y me
parece que es importante que se guarden esas cosas. Los propios
poetas, narradores o lo que sea, leyendo su obra, hablando sobe su
propia obra. Para mí es algo más que suma el libro. Una posibilidad
más de conectarse con el oyente, en este caso. Creo que el lector
tiene una posibilidad más. Quizás algo que no le llegó a través
de la palabra escrita, llegue a través de la palabra cantada o a
través de una melodía sonora.
No
digo con esto que el tener el disco lo haga un mejor libro. Digo que
es un plus que el libro tiene. Me estoy acordando ahora de una charla
que leí hace poco de Rembrandt con uno de sus discípulos.
Rembrandt, que había sido un pintor muy querido por los poderosos
para hacerse retratos y demás, en un momento que le da un giro a su
pintura, pierde ese apoyo de los ricos, de quienes le encargaban
cuadros y se los pagaban bien, por una obra de corte totalmente
diferente que hace. Y charlando con su discípulo le dice: “yo sé
que perdí el favor de la corte, la mirada amiga de la corte y por un
lado eso también me salvó porque pude pintar lo que yo quiero”.
Dice: “yo sé que hice una obra maestra, y si no la hice, es al
menos lo que yo quería hacer”. Y yo me quedo con esta última
idea. Esto fue lo que quisimos hacer con los compañeros, amigos que
forman parte del disco. Lo que quisimos entregar a los demás.
También lo que pudimos ¿no? Porque todo es perfectible, mejorable.
Si hubiésemos dedicado más tiempo hay cosas que estarían mejor
pero hubo un momento en que había que cerrar también el disco. Y me
quedo con eso, fue lo que quisimos compartir. Una herramienta, algo
que construimos juntos y nos sirvió como herramienta de comunicación
entre nosotros para afianzar lazos. Fíjate que muchos de los músicos
que están ahí fueron mis alumnos, los conocí en el salón de clase
y es la poesía y la música la que los trae de vuelta a mi vida y
hacen que permanezcan en ella. Entonces afianzamos lazos entre
nosotros y creo que con la comunidad, sobre todo con la comunidad
rochense, también.
PdI:
¿Como llegaste a Cuba, cómo fue esa experiencia y qué tipo de
apoyo tuviste, si tuviste y de paso comparalo con el apoyo que has
recibido en Uruguay en sentido general, cada vez que lo has
necesitado?
M.H:
La experiencia en Cuba fue realmente muy rica y muy removedora. Yo
llego allá quizás producto del azar. Yo estaba presentando “La
orfandad de la piel”, año 2014 en la Feria del Libro de Montevideo
y estaba allí un editor que tiene contacto con la UNEAC, la Unión
Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, y por su intermedio, un
tiempo después, me llega desde la UNEAC la invitación a participar
del festival de poesía que se desarrolló una semana en La Habana y
otra semana en La Sierra. Yo participé de las actividades en La
Habana nada más, no fui hasta La Sierra pero fue una experiencia muy
rica. Se realizaba en La Casa de la Poesía, en La Habana vieja, con
todo ese calor cubano, calor humano, con esa ciudad tan particular,
en esa parte histórica de La Habana, con sus callecitas empedradas,
en una casa con un patio hermoso… Allí hicimos los primeros
encuentros, eran abiertos, iban otros escritores que conocí allí,
como te decía hoy. Había fotógrafos, había gente de la vuelta de
la esquina que nos estaba acompañando, en medio del canto de los
pájaros, de la sombra, de aquellos inmensos árboles, de todo aquel
verde. Estuvimos también en la Fragua Martiniana, con todo el
significado histórico que eso tiene. En las calles de La Habana, en
la plazas, en las escuelas. Se hacían tertulias en los salones de
algunos hoteles de la zona del Vedado, fundamentalmente, pero yo creo
que lo más ricos eran esos encuentros que se hacían por azar entre
unos y otros que estábamos allí. Nunca faltaba una guitarra,
alguien que entonaba unos versos de Silvio, unos versos de Pablo
Milanés. Los jóvenes también estaban allí. Yo conocí gente muy
jovencita participando del festival. Otros escritores de otras partes
del mundo. Conocí una escritora argentina, me impresionó mucho su
narrativa, terminamos siendo amigas además. Entonces, esa
experiencia me conectó mucho con la gente. Era el mano a mano, el
cara a cara, el brindar la poesía, ahí, sentada a un metro, a dos
metros de otra persona que veías si estaba emocionada o sonriendo o
conmovida por la lectura. Una de las cosas más bellas que recuerdo,
cuando me toca presentar “La orfandad de la piel”, porque aparte
de las distintas lecturas se hizo una presentación del libro, yo
desplegué una bandera de Uruguay que había llevado y comenté “para
que esto fuera pleno y completo yo tendría que tener aquí a mi lado
una bandera de Cuba”. E inmediatamente, no habían pasado ni dos
minutos, uno de los fotógrafos que estaba, aparece con una bandera
cubana. Eso que es un lugar común, colocar juntas dos banderas para
hablar de la unión de dos pueblos, de dos países, en ese momento,
para los que estábamos allí, dejó de ser un sitio trillado y se
transformó realmente en un símbolo de lo que estábamos viviendo.
Compartiendo, integrándonos, desde nuestras diferencias, desde
nuestro modo tan sureño de ser y de estar y con su modo tan caribeño
de ser y de estar. Fue un hecho muy significativo que quedó grabado
en mi memoria y la de muchos de los que estaban allí, porque
significó eso, ¿no? El “te doy” y el “me das”. El “abro
mis manos, abro mis brazos” para brindar, para recibir, para
abrazar y ser abrazado por el otro. Que creo es la gran función del
arte. Por encima de la construcción de la belleza o en defensa de un
ideal, como se hace muchas veces, de la transmisión de un
sentimiento, del registro de una época, de la denuncia de una
atrocidad, creo que la gran función del arte es esa, abrazar y
dejarse abrazar.
Sobre
los apoyos obtenidos y cómo veo este tema del apoyo a los creadores
en Uruguay... bueno, yo a Cuba fui por mis propias cuentas. Habíamos
hablado con Cultura, acá en Rocha y existía una chance de que me
dieran cierto apoyo económico pero poco tiempo antes hubo un fuerte
temporal, lluvias, inundaciones, grandes destrozos y realmente en la
ciudad muchísima gente estaba pasando muy mal y había otras
necesidades y otras prioridades y yo no fui a concretar, digamos, ese
apoyo que quizás hubiese obtenido. Decidí no pedirlo porque en
definitiva, en ese momento, tenía la posibilidad de ir por mi propia
cuenta y me pareció que había cosas realmente más urgentes, más
importantes que ayudarme a vivir esa experiencia del festival de
poesía. Mientras te digo esto pienso en aquel famoso refrán que
dice: “No sólo de pan vive el hombre” y pienso: “También de
pan vive el hombre”. Con todo lo que podemos englobar en esa
palabra, en el símbolo del que hablamos cuando nos referimos a
“pan”. Con respecto al apoyo, yo creo que es muy poco, muy escaso
y la mayoría de las veces, nulo. La mayoría de los creadores vive
de otra cosa, se gana el sustento haciendo otra cosa que quizás
tenga que ver con su vocación poética, con su vocación de pintor,
de la rama del arte que sea. Pero en general no podemos vivir de eso.
Y estoy convencida que si uno tuviese más y mejor apoyo también
sería más y mejor nuestra creación, el producto artístico que
podemos brindar a la sociedad. Las horas de trabajo nos cansan, nos
roban tiempo, nos roban creatividad, porque después de trabajar 11,
12 horas al día como trabajo yo algunos días, como trabajas tú,
como muchos otros compañeros, uno llega a su casa y realmente lo que
quiere es descansar un poco, física y mentalmente. Como decimos en
la cortita, la cabeza no da para más. La neurona está agotada (se
ríe). Si uno pudiera trabajar menos tendríamos más tiempo para
crear, para leer, para instruirnos, para intercambiar y podríamos
crear mejores cosas. Siempre hemos sabido los artistas que no podemos
esperar mucho del apoyo del estado, aunque no debemos dejar de
reconocer que se han abierto algunas puertas, que se dan ciertas
facilidades, que hay becas para los creadores jóvenes, que está el
tema de los Fondos Concursables, por ejemplo. No estamos dejando de
reconocer las cosas que se han hecho en el terreno del arte pero yo
creo que sigue faltando mucho. Creo que ese sí que es un puente
blanco muy difícil de cruzar, usando la metáfora que hablábamos un
rato atrás. En estos días... en estos momentos los recortes
presupuestales han pasado en gran parte por el apoyo a la cultura.
Por apoyar creadores, por apoyar músicos que dan sus clases, que
buscan transmitir ese arte, darles herramientas básicas a otro. Ha
pasado mucho por ahí el recorte, por el NO a la cultura, entonces es
difícil realmente mantenerse viviendo del arte. No digo que sea
imposible pero sí que es bastante difícil. Por lo menos para
creadores de mi talla o para los poetas, ¿no? Grandes escritores
comentan cómo cuando van a ofrecer un libro de poesía, los editores
les dicen que no, que lleven una novela o un libro de cuentos porque
eso no se vende. Es difícil para los artistas plásticos, para
quienes hacen danza, para quienes hacen teatro, para quienes buscan
hacer cine. Es muy difícil para cualquier persona que quiera
desarrollarse en el terreno artístico encontrar la forma de vivir de
su creación. Pero como te decía hoy, la poesía es terca y el arte
en general es terco y la vocación de artista creo que es sentida por
la mayoría de nosotros como un destino prácticamente inexorable.
Hay quienes no pueden dejar de hacer música, hay quienes no pueden
dejar de pintar, hay quienes no podemos dejar de escribir y eso es
una gran satisfacción, poder hacer en la vida lo que uno más quiere
y más ama. No es nada poco.
PdI:
Para terminar, Mariella. ¿Sobre qué o sobre quién nunca
escribirías?
M.H:
Creo que cualquier tema puede ser objeto de arte, que no hay nada que
nos deba ser ajeno, pero en lo personal nunca escribiría un poema de
elogio a ninguna persona que esté en un sitio de poder. Me resultan
muy sospechosos y poco elogiables en general. Ese poema sé que no lo
escribiría.
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