miércoles, julio 05, 2017

MARIELLA HUELMO GUERRA: "MÁS ALLÁ DEL PUENTE BLANCO". "POSIBLEMENTE MAÑANA, SIN DEJAR DE SER MARIELLA, SEA OTRA"


ENTREVISTA 7 – Del 26/02/2017 al 07/05/2017






POETAS WHATSAPPEADOS. Ciclo de entrevistas de Poetas del Interior (PdI)
Más conocida como la Flaka. Mariella se suma a nuestro universo poético con una sonrisa en los labios. No importa qué designio ha querido, en este camino cortarle las alas, pero ella siempre ha sabido sobreponerse para suerte de nosotros y llevar adelante sus versos como escudo y ofrenda. Una entrevista más larga de lo habitual que comenzó por allá por el verano 2017 y que recién vio su final en julio. Sus miedos, sus dudas, el Puente Blanco, el viaje a Cuba, los golpes y dolores de la vida, la música, los colegas, sus dos libros editados y muchos temas más nos convocan en esta entrevista exquisita que no tiene desperdicio. Sin más introducción, con ustedes, desde Rocha para mundo... Mariella Huelmo Guerra: La Flaka.

POETAS del INTERIOR: Como en cada entrevista, Mariella, la idea es arrancar con una autopresentación para saber cómo se ve cada poeta a sí mismo. Entonces, la pregunta es ¿Quién es Mariella Huelmo?
MARIELLA HUELMO: Quién es Mariella Huelmo es una pregunta que me hago con mucha frecuencia y que va encontrando distintas respuestas a medida que pasa el tiempo. No sabría decirte exactamente quién es Mariella Huelmo porque las definiciones son riesgosas, dejan afuera todo lo que no nombran y siento que posiblemente sea bastante menos y bastante más, en otros aspectos, de lo que yo misma creo que soy. Es muy difícil pensarse a uno mismo con cierta objetividad, es inexistente la objetividad. Por lo tanto yo me veo a mi misma como una mujer en permanente construcción.
Eso no significa que no tenga idea de quién soy si no que no creo en las definiciones acabadas, completas, determinantes, porque uno va siendo a medida que va estando, también. Nuestras circunstancias determinan mucho nuestra esencia. Entonces muchas veces me he encontrado respondiendo de manera diferente a lo que yo creí que iba a responder frente a determinadas vivencias y me di cuenta ahí que yo creía que era otra en ese sentido. Entonces para mí Mariella es eso, es alguien que se reinventa, que se retransforma, que se reconstruye permanentemente. Mariella es Mariella y es la Flaca, es el Tú y es el Usted, soy yo y es la otra, en toda esa dimensión del ser y del estar en este espacio que habito y en este minuto que respiro.
Posiblemente mañana sin dejar de ser Mariella, sea otra.
PdI: Con lo poco y mucho que te conozco, puedo asumir que la Literatura siempre ha sido parte de tu vida y ha estado siempre presente y quizás, más que nada, la Poesía, ¿Es realmente así?
M.H: La literatura efectivamente como dices, ha sido una parte fundamental de mi vida, desde muy niña. Yo aprendí a leer sola a los cinco años, cuando estaba en jardinera, que era cuando en aquel momento iniciábamos el ciclo escolar y el mundo de las letras siempre me atrapó tanto que con la cartelería que había en la escuela de otros grupos, en el patio, en los otros salones, de alguna manera fui decodificando y entendiendo como funcionaba el sistema y aprendí a leer. En ese momento entonces, yo ya leía sola libritos de cuentos. Ahora... mi hermano, uno de mis hermanos, que tenía una imaginación fabulosa, noche a noche se sentaba en mi cama y me inventaba una historia para que yo durmiese. En ese momento yo no sabía que eran historias inventadas. Lo fui descubriendo con el tiempo, cuando ninguna de aquellas historias aparecía registrada en los libros que me llegaban. Mi madre además, que no pudo ni siquiera completar su formación escolar, proveniente de una familia muy pobre (la sacan de la escuela cuando ella estaba en segundo año para criar a un hermano) tenía devoción por los libros. Entonces incentivó mi amor por la lectura, siempre me compraba libros. En un hogar pobre donde había carencias, el libro sin embargo no faltaba y eso habla también de qué cosas eran importantes en aquel momento, en que cosas creíamos que nos iban a hacer mejores. A su vez mis hermanos entre sí, se leían. Recuerdo con mucha claridad verlos en la gran mesa del comedor leyéndose, contándose historias. Por lo tanto ese mundo de la ficción, de la fantasía, de la magia que crea la palabra estuvo presente en mi vida desde niña y determinó, evidentemente, mi manera de ser y mi inclinación. Aunque estaba mucho más cerca de la narrativa, la poesía de algún modo me atrapó. Y recuerdo que a los ocho años ya tenía mis cuadernos de poemas. En la escuela siempre era la que escribía para los actos patrios, la que leía. También en el liceo, recuerdo haber participado de diversas actividades en torno a la palabra. Algunas profesoras que descubrieron ese amor por la palabra escrita, por la construcción literaria, me incentivaron de diferentes formas, prestándome libros, poniéndole especial atención a mis redacciones, dándome una palabra de aliento. Así que sí, como ves, la Literatura en todas sus manifestaciones, pero la Poesía fundamentalmente, ha sido la sombra compañera de alguna manera, a donde voy va conmigo. Y en esos momentos en que uno no ve su propia sombra o no tiene sombra, la busca, la he buscado y eso ha hecho que sea quien soy, cómo soy y me ha dado una forma de estar en el mundo.
Después, siendo adulta, pasé por diversas etapas en mi vínculo con la poesía. Etapas en la que escribía como catarsis, que escribía para compartir con mis amigos sin aspiraciones a publicar, a hacer público lo que escribía... lo que escribo (risa)... sobre todo por creer que eso no tiene valor literario. Siempre lo digo, a raíz de leer a los grandes autores, uno mira su propia escritura y le cuesta creer que aquello tenga algún valor, que diga algo que a alguien pueda conmover o interesar o resultarle bello. Entonces, la escritura durante muchísimos años fue eso, una forma de hacer catarsis pero sin aspiración ninguna a hacerlo público, hasta que diversas personas, entendidas en el área comenzaron a insistirme en que publicara y el apoyo de quien fuera mi compañero, que siempre creyó en mi poesía más de lo que yo misma creí, fue fundamental para que salieran “La Orfandad de la Piel” y luego “En el pliegue de la noche”.
Incluso pasé por alguna etapa en que rechacé la poesía. No la lectura, evidentemente. Si no que de algún modo bloqueé mi escritura. Porque como yo escribo desde la sangre, ocurre que escribir es entrar en mí, es remover la herida, es abrirme puertas, es asomarme a lo que ni siquiera yo conozco de mí. Entonces en momentos difíciles, donde no estaba preparada para ver hacia adentro, para mirar determinadas cosas, para encontrarme en ciertos espejos, hasta llegué a alejarme de la poesía. Fueron momentos en los que pasé muy mal. En los que, por la dureza que traía la vida ya en sí misma, y sin la poesía, no pude estar bien. Al reencontrarme con la poesía, fue cuando tomé decisiones importantes que cambiaron mi vida y, bueno, a partir de ese momento nos hermanamos y seguimos andando juntas hasta el día de hoy.
PdI: En tu proceso creativo, ¿Tenés algún ritual de trabajo, necesitás determinado ambiente o atmósfera o es inspiración del momento?
M.H: Con respecto al proceso creador, ya te anunciaba algo en esta respuesta anterior, al decirte que yo escribo desde la sangre y abriendo puertas hacia mí. Toda mi poesía está sellada, marcada por mis propias vivencias emocionales. Esas vivencias determinan una forma de entender el mundo, de concebir la vida y de sentir la vida y una creencia firme: esta es mi manera de estar parada en la vida. Si bien siempre hay un motivo disparador, algo que me impulsa a escribir, luego hay siempre un proceso de corrección. La inspiración, esa de la que hablan, las musas ¿verdad? que siempre se mencionan, esa creencia un tanto romántica, yo creo que es eso que yo llamo un disparador, un motivo inicial, algo que me genera una idea que considero que tiene que ser registrada. Eso me puede atravesar en cualquier momento, en la parada del ómnibus, en medio de una clase, me ha ocurrido mientras los alumnos hacen escrito, ocurrírseme algo y tener que sentarme a escribir. Muchas otras veces me pasa que estoy en situaciones donde no tengo papel a mano, donde no tengo ni siquiera el celular para hacer una nota de voz, ahora tenemos esa posibilidad, y bueno... y la idea tal cual era se pierde o vuelve de otro modo ¿no? Esa sería como la etapa inicial. Sentir ese impulso, esa fuerza que no me permite no escribir, no registrar lo que estoy sintiendo y pensando. Luego, sobre eso que plasmé primero en el papel, viene una etapa de pulido, de corrección: cambio acá, saco esta coma, este punto no corresponde, este adjetivo está demás, estos diez versos están de más. Generalmente es mucho de supresión, suprimir cosas, quitar. A veces pasan días, semanas, a veces meses o años. En el último libro, “En el pliegue de la noche”, aparecen algunos textos que fueron escritos diez años atrás, quizás, pero que no me conformaban y luego de mucha corrección, de mucho borrón, se llega a algo que considero medianamente aceptable. A veces también me ocurre que estoy mucho tiempo trabajando una idea internamente, dándole vueltas, repensándola y cuando llego a escribirla ya viene bastante corregida, digamos, pero... es porque la pensé mucho antes. Porque le dediqué mucho tiempo internamente aunque no estuviese escribiendo y tachando, mi proceso creador pasa por ahí. No me resulta decir: Bueno, voy a escribir sobre la lámpara, por ejemplo y así fría y objetivamente, mirando una lámpara, poder componer un texto poético. Distinto es con la narrativa. Con la narrativa uno va elaborando ideas, atando y después que empiezo a escribir, los propios personajes me llevan. El mundo que se va armando dentro del relato o dentro del cuento, me toma de la mano y me lleva por lugares que ni yo pensé que iba a transitar... pero también hay una etapa de corrección. Son procesos diferentes porque en la poesía tiene muchísimo que ver, bien lo sabes tú, la musicalidad, el ritmo, la belleza de la imagen que se construye. En la narrativa, si bien hay un ritmo, hay que pasar por la tensión, por el misterio, la creación de los personajes, por una construcción de un mundo verosímil, creíble. Entonces, son diferentes las exigencias, pero la corrección está siempre.
PdI: Considerando tu rol de profesora. ¿Considerás que esas dos actividades, escritura y docencia, se complementan o son antagónicas?
M.H: Dicen por ahí que uno es lo que hace, así que ser profesora, evidentemente ha definido y ha tallado gran parte de mi existencia y tiene mucho que ver con mi manera de ser y de pararme en el mundo. Primero que nada, por la creencia incambiable de que la educación debe dignificar y que seres humanos dignos permiten una transformación del mundo. Creo que eso también lo hace el arte. Creo que el arte nos enriquece, nos amplía, nos abre un abanico muy grande de ideas de sentimientos, de posibilidades... de puertas a la sensibilidad. Entonces, desde ese lugar, la profesora y la poeta caminan juntas. Somos una misma desempeñando en un lugar el rol de docente y en otro el de poeta específicamente pero sin poder nunca dejar ni a la poeta ni a la profesora afuera. En mis clases se cuela mi forma poética de ver el mundo, de percibirlo. Percibo el arte en todas las cosas y eso es imposible que no lo trasmita en clase. Además hay una voluntad de hacerlo.
PdI: ¿La docencia te ha servido para mejorar tu escritura o son cosas que van por carriles diferentes?
M.H: Ser profesora creo que sí me ha ayudado a escribir mejor porque me ha puesto en contacto con los grandes de la literatura. No quiere decir esto que para leer a los poetas o los escritores magistrales uno tenga que ser docente, no. Quiero decir que fácilmente me encontré con ellos porque mi vocación docente me llevó por un camino por donde era imposible no encontrármelos. Y leer mucho y leer a buenos autores creo que a uno lo hace crecer también como autor. Entonces sí, son tareas compatibles, nunca antagónicas y... sí, me ha ayudado creo, por lo menos a ver mejor el mundo, a verlo más bello, a entenderlo mejor y a tratar de que eso también se trasmita en mis clases. Por otro lado también cabe señalar que las estructuras del sistema educativo hacen que uno no pueda explayarse, irse en el salón de clases únicamente hacia el terreno de la creatividad con los alumnos, porque hay pautas, programas, objetivos a alcanzar y secundaria, que es donde yo trabajo, tiene un sendero trazado para eso. Debe haber muchos otros caminos, sin duda algunos mejores, para llegar a alcanzar esos objetivos pero secundaria es bastante estructurada y siento que eso limita en el aula. Pero, reitero, siempre me quedo con que ser poeta y ser docente son dos cosas que en mí, al menos, se aúnan. Pero claro, si bien son tareas que se aúnan, un ejercicio comprometido de la docencia nos resta muchas horas para la creatividad. Porque uno se viene a la casa, bien lo sabes tú que eres docente, con todo para hacer. Para planificar, para rever. A buscar nuevos textos, nuevos autores, nuevas formas para enseñar, nuevos caminos y todo eso hace que el tiempo que queda para crear sea muy escaso.
PdI: ¿Sos el tipo de poeta que suscribe aquello de que la mejor poesía es aquella que nace desde el dolor y que en momentos de felicidad uno no escribe o escribe sin tanto valor literario?
M.H: Ciertamente es un tema que ha estado más de una vez en el tapete de qué es lo literario o el quehacer literario. Personalmente, lo primero que te diría es que no, porque pienso, por ejemplo, en grandes poetas como Walt Whitman o Pablo Neruda, que podían poetizar desde la alegría, desde el disfrute, desde el goce pleno de todo lo sensorial y las pequeñas maravillas que ofrece la vida. Si pienso por ejemplo en aquellos versos de Neruda donde él dice “yo cambio la primavera porque tú me sigas mirando”, son muy profundos en cuanto a qué significa el goce y el disfrute del amor, la presencia de ese ser amado en la vida de la voz poética. Si pienso en todos los versos de Walt Whitman, profundamente optimista, no podría decir que se necesita el dolor para escribir mejor.
Si pienso en mi propia poesía, te digo que sí, porque pienso que a mí, como a tantos, como a todos quienes escribimos o a quien hace cualquier tipo de producción artística, crear nos ayuda a vivir, a sobrevivir, nos ha salvado, nos salva la vida como se dice, y en el caso nuestro no es una metáfora. En mi caso creo que logro mejores productos literarios cuando la temática está relacionada con cualquier tipo de dolor o incuso el dolor de estar vivo nomás, pero eso es una limitación mía. Un límite que tiene mi propia capacidad creativa y que no tiene por qué tener la capacidad creativa de todos. Creo que lo que nos ocurre es que cuando estamos sufriendo alcanzamos en nuestras reflexiones, algunos terrenos de profundidad que a veces, cuando estamos gozando no alcanzamos, porque estamos justamente dedicados a vivir y a disfrutar ese momento y no entramos en el análisis exacto de qué implica la alegría o el goce. Me ocurre que cuando toco temáticas de pleno optimismo, de felicidad, siento que caigo en la cursilería, en los lugares comunes. Pero reitero, es una limitación mía en el manejo del lenguaje. Hay quienes pueden poetizar bellísimamente sobre los momentos más felices de la vida. Yo tengo algunos textos que rebozan ese optimismo, esa sensación de plenitud que, bueno... están relacionados, por ejemplo con mis hijos. Creo que uno de los poemas más hermosos que he logrado en ese terreno es el texto “Angelina” que forma parte del disco “En el pliegue de la noche”, no del libro, pero sí del disco que lo acompaña; como la canción “Farolas”, que también está en ese disco. Bueno, fue un poema primero, luego una canción. Son dos textos que están relacionados con el amor y con mi vínculo como madre con mis hijos. Pero no siempre logro un texto que me satisfaga, es más la mayor parte de las veces, no me satisface y lo descarto. Creo que también nos resulta más fácil identificarnos con el dolor, o sea leemos a alguien que plantea una problemática de pena, de angustia y nos resulta más sencillo identificarnos con esa problemática que de pronto con la alegría o con la felicidad del otro. No por falta de empatía sino porque creo que dolores profundos todos tenemos en la vida, en un momento u otro y unos padecen mucho lo que otros no padecen tanto, pero siempre el dolor parece recién nacido. Entonces nos mencionan el dolor, alguien nos habla de una congoja e inmediatamente vuelve a nosotros, aflora toda esa memoria que tiene el cuerpo, las emociones, la mente. Toda esa memoria que está en nuestra historia del sufrimiento. Y creo que en cambio, a veces, nos cuesta más identificarnos, ponernos en los zapatos del otro cuando la vivencia es la alegría. Si uno está atravesando un momento difícil, por más que se alegre por el otro, es muy costoso poder salir del dolor de uno para ponerse en la alegría del otro y creo que a la inversa, como te decía, no tanto. Quizás por eso también sintamos que la temática del dolor favorece la creación. Pero, reitero que no. Hay grandes poetas que trabajan sobre la alegría o a partir de ella y pienso en este momento en Rafael Courtoisie, por ejemplo, que desarrolla todo un abanico creador donde siempre el optimismo, la esperanza vital, la alegría a la hora de enfrentar la vida y ver cualquier conflicto está presente. Entonces, para algunos poetas puede ser una limitación el tema de la alegría, como en mi caso, creo que para otros, no.
PdI: Mariella, quizás seas una de las voces autorizadas para opinar sobre esa ambivalencia, esa eterna discusión que se genera, y sobre el cual hemos participado los dos en algún debate, entre Montevideo y el interior a la hora de la escritura y las posibilidades que cada lugar ofrece en espacios y posibilidades de participación. Hay quienes afirman que no existe tal diferencia y hay quienes creen que desde el interior mismo deben generarse estos espacios para hacer visible nuestra tarea para los demás lugares.
M.H: Apenas me formulaste esta pregunta me acordé de la vieja Celestina, de la obra que lleva el mismo nombre. Una vieja tan sabia como astuta que dice “Cada cual dice de la feria según le va en ella”. Y bueno, inevitablemente creo que vemos el mundo y lo vivenciamos desde la parcela de tierra en la que estamos parados. Entonces, mi visión es la de una persona del interior, como la tuya, creo. No sé si soy una voz autorizada. Puedo hablar de mi experiencia y de la que han tenido otros compañeros, también del interior y de Montevideo, que afortunadamente he ido conociendo. Yo creo que hay una diferencia, sí, porque en Montevideo todo está mucho más al alcance de la mano y hay una movida cultural mucho más fuerte que en ciudades, por lo menos como la que yo vivo. Quizás en otras ciudades más grandes ya haya una infraestructura y un movimiento cultural que esté pareciéndose o semejándose a Montevideo. Yo estoy pensando en este momento, por ejemplo, en ciclos de lectura como Caramelos y Pimientos, como Rondas de Poetas, como lo que se hace en Kalima. Nada de eso tiene lugar aquí en Rocha. El Centro Cultural realiza un Café Literario cada tanto tiempo, va invitando distintas personas pero no hay nunca un ciclo regular establecido de lectura de poesía, por ejemplo. Hay muchas películas que se estrenan en Montevideo y al interior no llegan. Exposiciones de pintura, obras de teatro, danza. El ballet Nacional acá, por ejemplo, nunca ha estado. Entonces, creo que es innegable la diferencia que hay entre vivir en Montevideo para acceder a la cultura y vivir en el interior. Creo que también tiene razón quien dice que nosotros debemos, nosotros los del interior, generar cosas para ser visibles. Ocurre que uno lucha contra molinos de viento ¿no? Es quijotesca la tarea en el interior, y tú lo sabes mucho mejor que yo porque has organizado junto con tus compañeros del Taller Lobisones esa movida espectacular de “Fray Bentos, Capital de la Poesía”. Cuando se encuentra un grupo de gente, no sólo con capacidad creadora, sino dispuesta al esfuerzo, con voluntad de trabajo y con tiempo, o que de algún modo se hacen el tiempo para crear actividades culturales, es más fácil. En la soledad es bastante difícil. Estoy pensando en grandes poetas del interior que terminaron viviendo en Montevideo y fue allí cuando comenzaron a hacer su carrera y a despegar y ser conocidos. Pienso por ejemplo en Marosa di Giorgio, en Mario Benedetti sin ir más lejos.
Evidentemente hay un requisito primero que es el talento. Si no se tiene talento por más que se viva en el mejor lugar, creo que hay puertas que no se van a abrir. Mi experiencia me dice que conectarse con gente de Montevideo ayuda, porque A te presenta a B. B te invita a tal actividad y en esa actividad conoces a C y entonces C tiene un contacto con aquel diario o con aquella radio y así empieza como a moverse un poco lo que se refiere a darse a conocer ¿no? Entonces, creo que eso ayuda. De hecho en Montevideo hay muchos programas... radiales por ejemplo y algunos televisivos también que tienen como tema la creación artística. En el interior no hay un solo programa... cuando digo el interior me refiero a mi departamento, ¿verdad? que es lo que yo conozco y de lo que sí puedo hablar con propiedad. Aquí no hay un solo programa donde se proyecten las actividades culturales. De pronto te invitan a un programa televisivo, como me invitaron mí, pero quién me entrevistaba sabía muy poco o nada de mi creación. No tiene una formación en el área artística... entonces la entrevista tampoco alcanza la profundidad y la riqueza que pueden alcanzar otras entrevistas, por ejemplo, que me han hecho en Emisora del Sur, en algunos programas. Yo lo veo en todos mis compañeros. En Rocha hay mucha gente que escribe y bueno, los que no han podido conectarse con el mundo que está más allá del puente blanco como decimos acá, son conocidos en Rocha. Uno sabe quién es X, quién es tal, pero en Montevideo no tienen idea de su existencia. También debe pasar al revés ¿no? Que existen grandes poetas montevideanos y nosotros... poetas, artistas, de todos los palos ¿verdad? de todas las áreas, y nosotros no tengamos ni idea. Creo que salvo que uno está en la movida cultural e interesándose por saber quién está haciendo qué, golpeando puertas y teniendo a alguien que te facilita un camino, que te dice “golpea allí, en aquella puerta que te van a atender”, se hace bastante más arduo para la gente del interior. Hay una cuestión no más que es el tiempo real. Por ejemplo a ti, a mí, a quien sea, nos van a hacer una entrevista en Montevideo y uno tiene que disponer por lo menos de un día. Una tarde larga y ya la noche para poder irse, ser entrevistado, volver. Por supuesto que hoy en día existen otros medios que han facilitado la conexión, la comunicación. Convengamos también que no son iguales que el cara a cara. Personalmente he sentido que las entrevistas que me realizan cara a cara son más ricas. Se puede ahondar más que en otras que me han hecho por teléfono. Pero bueno, como te decía, esa es mi visión del mundo y de esta realidad artística desde este lugar en el que me ha tocado y también un poco he elegido vivir.
Dejando a un lado esa cuestión puntual del camino para conectarse con otros que están haciendo más o menos lo mismo que uno hace, mencionaba hace un rato que hay más facilidad para acceder a distintos espectáculos, a la cultura en general y eso es un punto que me parece muy importante porque cuando uno va a un espectáculo de teatro o a ver una buena película o una buena banda, a un buen toque musical, lo que sea ¿no? evidentemente no estamos solo frente a un rato de disfrute y de goce, sino que estamos enfrentándonos a un propuesta artística que sin duda alguna a la gente sensible la conmueve y le remueve cosas. Cuántas ideas creadoras habrán surgido a partir de una cuestión puntual que se vio sobre las tablas, por ejemplo. O de un texto que alguien leyó o que alguien cantó por otro lado. Entonces creo que cuanto más facilidad tengamos para encontrarnos con el arte y con quienes hacen arte, más facilidad tenemos para crecer también artísticamente. Recuerdo hace muchos años, yo había ido a Montevideo y vi una obra de teatro, también con algo de musical. “Una ópera para nuestros días”, creo que se llamaba o algo así. Tiempo después, alguien, un creador rochense, me muestra algo que estaba escribiendo muy similar a esa obra que yo había visto y él estaba entusiasmadísimo porque le parecía que era una gran novedad y sin embargo eso ya había sido hecho. No garantiza estar en Montevideo que uno lo vaya a ver y vaya a saber todo lo que se hace, pero si estás en la movida del arte hay bastante más posibilidades de que te enteres de qué está pasando por allí y de en qué cosas se está innovando que si estás lejos y no tienes conexiones.
Si bien las redes sociales, los medios, nos permiten saber que de pronto se está haciendo tal cosa, muchas veces no podemos acceder al contenido de eso ¿no? A la riqueza que eso contiene, que eso alcanza, a la potencia que desarrolla. El teatro… Yo estoy pensando en el teatro. Siempre que voy a Montevideo voy a ver alguna obra y, bueno, a eso no lo puedo ver acá, ni por Youtube ni ninguna red... no hay manera...Está bien porque es el trabajo del artista ¿no? Y tiene que ser respetado. Pero bueno, es una limitación a la que los creadores del interior también nos enfrentamos y creo que eso también nos va limitando en nuestros conocimientos, en nuestra amplitud, en el abanico que abrimos a la hora de crear. Creo que cuanto más conocemos, cuanto más leemos, cuanto más películas vemos, buenas películas, cuanto mejor teatro consumimos, cuando escuchamos muy buena música, evidentemente nos estamos enriqueciendo, nutriendo y eso después repercute en la tarea creadora. Entonces, para redondear y no extenderme más en este punto, creo que hay varias cosas que hacen a una diferencia. Desde mi punto de vista, sí las hay y algunas pesan más que otras y como siempre en este mundo capitalista en el que vivimos muchas cosas pasan por el dinero. Si uno tiene el dinero para pagarse la ida a Montevideo, el consumo de arte y lo demás, está más cerca. Pero reitero aquello que dije hace un rato, hay una cuestión de talento, “lo que natura non da, Salamanca non presta”. Por más que uno consuma mucho arte, si no tiene un talento artístico, no lo va a desarrollar. Podrá desarrollarlo un poco pero no va a alcanzar el talento de quién sí lo tiene y además tiene acceso a la cultura.
PdI: Hay departamentos que tienen referentes literarios muy grandes y suelen salir varios por generaciones. Pienso en Salto, pienso en Tacuarembó. Rocha en ese sentido, ¿qué referente destacado tiene, en popularidad y en calidad y son tus referentes locales? Y de los que no son tan conocidos, ¿cuál podrías destacar?
M.H: Es una pregunta bien interesante porque nos obliga a revisar lo cercano, lo próximo. Viste que siempre tendemos a idealizar, a idolatrar, a darle más mérito a lo que está lejano y esta pregunta me obligó a repensar, como te decía, a remirar el paisaje cultural, el paisaje poético de la ciudad y del departamento en el que nací y al que volví a vivir. Yo creo que sin duda alguna el gran referente de Rocha es Enrique “Gallineta” Silva. Muy conocido a través de las musicalizaciones que hicieron grupos como los Zucará, Sol y Palma, que son también los más conocidos fuera de Rocha y otros tantos músicos que le dieron un sonido musical extra a la poesía del Gallineta. Obviamente no tiene la trascendencia que tuvo un Mario Benedetti o una Marosa Di Giorgio, como mencionábamos recién, pero en Rocha, el Gallineta, que ya no está, es un referente. Es prácticamente la voz del pueblo, digamos. Por su manera de decir sencilla, por cantarle a las cosas propias de nuestra ciudad, de nuestro paisaje, de nuestro pueblo; a sus repechos, a sus calles adoquinadas, angostas muchas de ellas, a la ropa tendida en la cuerda o sobre los alambres, al barrio La Estiva… O sea, él pintó con la palabra nuestro paisaje y yo creo que dejó un sello muy grande en mucha gente que escribe en Rocha y también en los músicos. Muchos músicos que a su vez escriben sus propias canciones, que son autocreadores de los textos que interpretan. Ahora... Rocha también tiene otras figuras de no menos peso y que sí tuvieron un reconocimiento en Montevideo como por ejemplo la poeta Gladys Castelvecchi, que ya trabaja con una poética diferente, con un lenguaje poético y una construcción de imágenes diferentes pero hermosamente rica, también. O sea, son dos poesías diferentes pero Gladys también marcó el departamento para aquellos que seguimos la lectura, que estamos en el ámbito de escribir y de leer. Posiblemente si uno para a equis persona en la calle y le pregunta cuál es el poeta que conoce de Rocha, mencione al Gallineta, pero te reitero, hay otros poetas importantes también. Por ejemplo Clemente Padín, que fue por una poesía visual , distinta realmente a todo lo que se ha hecho acá en el departamento, innovando, proponiendo algo totalmente diferente pero muy valioso en su aporte al arte, ¿no? No es la línea poética que sigue la mayor parte de quien crea en Rocha pero si pensamos en poetas rochenses, a Clemente Padín no podemos olvidarlo. Tampoco podemos olvidarnos del querido Ignacio Suárez, un poeta que sigue produciendo, que sigue escribiendo, leyendo poesía por allí en lo boliches. Armando espectáculos, que tiene canciones magistrales, textos magistrales como “Los Boliches” que llegó a ser interpretado por Zitarrosa, por mencionar alguno, quizás el más conocido. O Jorge Rodríguez Benítez, el Ballano, cuyos textos musicalizó Pareceres. Entonces, Rocha sí es una tierra que genera cultura, que genera grandes creadores. Pienso que posiblemente me esté olvidando de alguien en este momento, pero pienso que los de más relieve serían esos.
También hay otros creadores que quizás sin estar en ese plano de popularidad que alcanzaron estos poetas, han hecho grandes aportes a la cultura rochense. Por ejemplo, Dagoberto Vaz Mendoza, un imprescindible dentro de nuestros creadores. Enrique Cabrera, quien integró el grupo Maciegas, bueno, si bien no es rochense, hace muchos años que vive en Rocha, pero es un poeta también de fina talla, ¿verdad? Ángel Gabito Bergougnoux también hizo grandes aportes. Gabriel Núñez Rótulo, que si bien lo conocemos como cantante, tiene muchísimos textos que son poesía pura. Uno piensa en el “Romance a Rocha” por ejemplo, o en la canción “Respuesta” y son poesía. Entonces, los conocemos como cantantes pero no podemos quitarle el valor, el aporte poético que han traído a nuestra ciudad. Y después hay una gran camada de escritores dentro de los que me encuentro, creo, que aportamos nuestra voz, nuestra sensibilidad, nuestro modo de decir, de ver el mundo y bueno, cada uno con sus talentos, con sus características pero creo que también hacemos al quehacer cultural de la ciudad y vamos marcando un camino, abriendo un camino que después transitarán otros, los jóvenes con sus nuevas voces y aportarán lo suyo también. Y hay figuras que trascienden i lo que es netamente la escritura poética o literaria que fueron hacia el terreno de la investigación, del ensayo o de reflexiones filosóficas como fueron Rosalío Pereyra, Ángel María Luna. Esos también son referentes de peso en nuestro departamento.
PdI: En Rocha hay un dicho que dice que si pasaste el “Puente Blanco” (a la salida de Rocha) recién ahí lograste trascender en la disciplina que practicas, sea cual sea. ¿Vos dónde te considerás parada hoy, antes del Puente Blanco, arriba del Puente Blanco o ya pasaste el Puente Blanco?
M.R: Como todo, Javier, creo que depende mucho de la perspectiva en la cual uno se coloque a mirar ¿no? Es una pregunta difícil de contestar aunque no parezca porque me obliga un poco a pensar quizás en cómo ven los demás el sitio en el que yo estoy colocada como poeta. Porque acá en Rocha usamos esa expresión: “cruzar el Puente Blanco” cuando alguien es conocido fuera de la ciudad, adquiere cierto grado de popularidad fuera de la ciudad. Yo creo que las redes sociales y mis idas a Montevideo, los contactos que he generado allí, mis participaciones en distintas actividades poéticas en Montevideo, en otros lugares del interior del país como en Fray Bentos mismo, en Maldonado, en distintos lugares, han hecho que mi nombre de algún modo sea conocido, fundamentalmente entre pares. Que los poetas de otras partes del país sepan que en Rocha hay una poeta que se llama Mariella Huelmo (risas) y por ende otro público que no es poeta. Yo estaba pensando cómo me sorprenden a veces determinadas circunstancias. Hace muy poquito me escribe alguien por el Face, alguien desconocido, que ni siquiera somos contacto, diciéndome que quería mi libro, que no es de Montevideo y cómo hacía para adquirirlo. Es una persona que no escribe pero que gusta leer la poesía. O sea que también un no poeta, un lector, sabe de mi existencia por allí y gusta de lo que escribo. En ese sentido uno podría decir “pasé el Puente Blanco”, porque varias personas de distintos puntos del país me han pedido el libro y/o me leen a través de la red, fundamentalmente a través de Poetas del Interior. Desde otro punto de vista, mirándome a mí misma en cuanto a mi capacidad creadora yo creo que estoy EN el Puente Blanco, parada allí en un momento en que he logrado dejar atrás ciertas cosas características de mi ciudad y empezar a hacer un camino más acompañada por gente de otros lugares. En ese sentido siento que estoy atravesando el puente, caminando hacia y caminando con, porque uno nunca logra nada en soledad absoluta. Creo que en realidad todos y cada uno de los artistas que logra ser medianamente reconocido fuera de nuestro territorio más cercano, no es gracias únicamente a la obra de uno en particular sino al hacer de todos y el claro ejemplo es la congregación que se forma en setiembre con los poetas ahí en Fray Bentos. Como decía una de las organizadoras, es el interior el que está mostrando que suceden cosas fuertes. Entonces, en ese sentido, te diría estoy en el Puente Blanco caminando con otros compañeros, haciendo un camino de golpear puertas, de encontrarnos, fundamentalmente de disfrutar de lo que hacemos. No tendría sentido para mí cruzar el puente solo por el hecho de decir estoy del otro lado del puente. Para mí tiene sentido por lo que implica ese andar. Yo creo que lo mejor que me ha sucedido en este andar poético ha sido la cosecha humana. La gente maravillosa que he conocido en distintas partes de mi país y también fuera del país. El año pasado, cuando tuve la fortuna de participar en el festival de poesía de Cuba, conocí grandes poetas, algunos muy jóvenes, quedamos en contacto y siempre me están diciendo “la isla te espera, estamos de puertas abiertas”. ¡Y cuánto quisiera uno volver a reencontrarse con esa gente! A compartir poesía con esa gente como lo hacemos habitualmente en el terruño o un poquito más allá. Yo creo que de algún modo todos estamos antes del puente, sobre el puente y después del puente, porque depende mucho de desde qué lugar nos pongamos a mirar y a analizar. Yo no creo ser en este momento una referente de la literatura uruguaya, no me van a nombrar a mí. No creo. Entonces, en ese sentido, estoy antes del puente, sigo siendo una referente acá en Rocha donde sí me reconocen como escritora. No sólo la gente que está en el ámbito de la escritura sino la gente común. Los otros días en el acto del Primero de Mayo, me paró alguien para saludarme y me dijo: “tú eres Mariella, Mariella Huelmo, la escritora”. Entonces, depende de dónde nos coloquemos, Javier. Antes del puente, en el puente y también después del puente. Pero la idea que quiero resaltar y lo que me importa en definitiva, teniendo el puente como referencia, es ese transitar acompañada y ese sentir que en el camino de la poesía cada vez somos más porque nos vamos encontrando y ahí, quizás, entre todos, logremos pasar los puentes blancos de ida y de vuelta.
PdI: ¿Qué sentís cuando gente a la que nosotros, que somos más nuevos en esto de escribir, admiramos y respetamos, como el Cristo Olivera, el propio Maca, etc. se refieren a tus textos con elogios?
M.H: Yo te diría, Javier y esto va a sonar un tanto gracioso, que he sentido cierto alivio. A mí siempre me ha ocupado mucho el cuidado de lo que escribo y de lo que doy a conocer, de lo que hago público, sobre todo de lo que edito en un libro, de lo que elijo que forme parte de un libro. Evidentemente con las limitaciones de mi capacidad creadora, pero he tratado de que sea lo mejor posible. Lo mejor que yo puedo hacer. Porque siempre me ha costado creer que esa producción mía tenga un valor literario, un valor poético y que pueda ser algo más que catarsis y que pueda resultarle interesante, buena poesía como dices tú, a personas que tienen un conocimiento, un caudal cultural y también un talento que a uno le resulta admirable. Yo creo que la anécdota que más ejemplifica esto que siento la traje justamente del encuentro de poetas en Fray Bentos. Allí estaba, bien lo sabes tú, Jorge Albistur a quien yo he admirado siempre por sus conocimientos, tengo muchos libros de crítica de Albistur y él además fue mi inspector de Literatura en el aula. Fue uno de los pocos inspectores que yo realmente siento que me hizo sugerencias de trabajo que me ayudaron a mejorar mi clase, que de verdad me dio una guía de trabajo, significativa, importante. Y bueno, estaba Albistur el domingo en la mañana, habíamos tenido las tres charlas, con él, con Fabián Severo y con Marcia Collazo y a mí me tocó leer poco rato después de que ese ciclo de conferencias terminó, digamos. Y Albistur estaba ahí en la sala. Te diré que no sin cierto temor hice mis lecturas, porque uno siempre tiende a sentirse en deuda con esas personas, sentir que no debe fallar delante de ellos, aunque estaba en un rol absolutamente diferente al de docente. Y recuerdo que elegí leer un texto que integra “En el pliegue de la noche” ( en ese momento todavía no había sido editado el libro), un texto de la última parte donde el tema es la poesía en sí misma. Y yo planteo en ese poema que hay muchísimas veces que leo lo que escribo y me parece que no tiene valor ninguno y pienso, por respeto a la poesía no debería escribir ni una letra más. Y eso es lo que sostengo a lo largo del poema y culmino diciendo, “ciertamente no debería escribir una letra más”. Fue mi última lectura. Cuando yo me dirijo a sentarme, paso por Albistur, él me toma del brazo y me dice: “ni se te ocurra dejar de escribir”. Y realmente yo me fui con un regocijo interno muy grande, pensando “le gustó a Albistur”. Ahora... tú me nombrabas al Cristo o a Maca y a tantas otras personas que vienen a mi mente ahora, como el querido Lauro (Marauda), el querido Nacho Suárez que prologó este segundo libro, otra gente que uno admira y respeta mucho... y bueno, reitero, puede sonar hasta gracioso pero es un cierto alivio pensar y sentir que esto que estoy compartiendo con los demás no es simplemente catarsis y no es solamente un texto que pueda compartir en una rueda de amigos, sino que puede tener una proyección mayor.
A mí me parece bárbaro que todo aquel que desee escribir, escriba. Siempre se lo digo a gente que se arrima, alumnos que tienen esa inquietud, me parece fantástico. No hay nunca que dejar de escribir. Mi gran duda, como creo es la de la mayor parte de los poetas, es qué es publicable, qué dejo de compartir en la rueda y permito que llegue a los demás. Entonces, reitero, con mis limitaciones como creadora, con mi perfil poético, muy personal, muy intimista, me proporciona cierto estado de serenidad saber que otros referentes, grandes referentes, de la literatura, del quehacer poético consideran que mis versos tienen algún valor. Un valor del que es merecedor todo posible lector. Para mí, uno tiene que respetar a sus posibles lectores y por eso entregar lo que merecen ¿no? Lo mejor. Entonces me serena eso, pensar, “bueno, el producto que estoy entregando tiene condiciones, cualidades para ser bien recibido por los amantes de la poesía, del género”.
PdI: Comparame “La orfandad de la piel” y “En el pliegue de la noche”.
M.H: Para mí la mayor diferencia entre “La orfandad de la piel” y “En el pliegue de la noche” es el exhaustivo trabajo que realicé en este último libro en los aspectos formales, fundamentalmente. Si bien “La orfandad” es un libro también pensado como libro, organizado también en secciones temáticas, recoge distintos géneros, porque tiene poesía, prosa poética, minicuentos, cuentos, relatos; entonces es un libro que es más amplio en ese sentido. Los temas son bastante similares, aunque “En el pliegue de la noche” se incluye alguno más, pero son libros diferentes en el planteamiento estructural que le hacen al lector. “En el pliegue de la noche” está formado por un poema inicial, un poema de largo aliento de carácter autobiográfico y cinco secciones temáticas que tienen exactamente diez poemas cada uno. En esos diez poemas yo hago un recorrido desde el dolor, el caos, la angustia, la oscuridad, hacia la luz, hacia la calma, la serenidad, el rescate de lo positivo que nos puede dejar aún la vida. En todas las secciones hay, a la altura del poema cinco, poema seis, un quiebre hacia la luz. Eso en “La orfandad de la piel” no ocurre. De hecho, el título del libro “La orfandad de la piel”, deja muy plasmada esa sensación de soledad, de desamparo, de angustia, de ser huérfano. Mientras que en este otro libro, y ahí entramos también en lo temático, se encuentra el refugio, por eso también el título, “En el pliegue de la noche”. Si bien se transita ese camino angustioso, se encuentra el pliegue, el sitio de protección, el doblez por el cual caminar e ir hacia otro lugar.
La orfandad”, además, recoge textos muy antiguos. Algunos tenían hasta veinte años para atrás de escritos. Yo mejoré, retoqué, pero están muy, muy lejanos en el tiempo conviviendo con otros bastante más cercanos. “En el pliegue de la noche” los textos, la mayoría, fueron producidos en esos dos años, entre principios del 2014, cuando cierro “La Orfandad de la Piel” y primeros meses de 2016, que cierro “En el pliegue de la noche”. Y si bien retomo algún texto anterior, fueron tan corregidos, tan trabajados, tan pulidos que quedaron todos en una misma línea de lenguaje, de forma de expresión, de estructura. En ese sentido, quizás podamos decir que sí hay un crecimiento en cuanto a la producción de la obra como libro. También la experiencia de ya haber editado con editores, que te hacen sugerencias, hace que uno empiece a pensar distinto. A no ver el poema en sí mismo sino a verlo como parte de un conjunto. De pronto me ocurrió con textos que me gustaba cómo estaban finalizados, redondeados, que al colocarlos dentro de la obra sentía que algo fallaba. O porque se repetía una palabra que aparecía en el poema anterior, en el poema siguiente,o una imagen muy recurrente. Entonces uno empieza a mirar el conjunto de la obra y el camino que quiere realizar con esa obra. Hay juegos, intertextualidades dentro de “En el pliegue de la noche” que no aparecen, por ejemplo, en el libro anterior. Ocurrió también que yo, por mis temas de salud y de salud de mis familiares, como tú sabes, estuve un largo tiempo de licencia médica y entonces tuve mucho tiempo para leer y releer, trabajar los textos, hasta decir... bueno, esto me satisface y creo que puede ser el producto final como poema y luego ya como libro.
Temáticamente los dos libros trabajan aspectos que a mí siempre me han preocupado. El silencio en todas sus manifestaciones, el silencio no sólo físico, la ausencia de ruido, o de sonido, sino el silencio de seres amados, el silencio de uno mismo frente a determinadas actitudes propias y ajenas. Recorren también los dos libros el tema del tiempo, el de la soledad, del viaje existencial, la búsqueda permanente, el cuestionamiento filosófico sobre la vida, las dudas, las muchas dudas que me han acompañado, las escasas certezas que he logrado adquirir en este medio siglo. “En el pliegue de la noche” incluye una sección que gira absolutamente entorno a la poesía. La última sección del libro:”Los crepúsculos del verbo” tiene como tema la poesía en sí misma y mi vínculo con el quehacer poético. Cómo durante un tiempo hasta me negué, quizás, a aceptarme como poeta pero la poesía, en su terquedad, recurre a mí una y otra vez hasta que yo asumo que es lo que más me gusta hacer y ser y hasta que entiendo también que la poesía es lo que insistentemente me ha salvado la vida. Y no es metáfora y no es hipérbole, es una realidad en el sentido más literal que podamos darle. Me ha salvado la vida. Por eso el poema final del libro culmina justamente planteando eso, que “como un cuenco azul llevo entre mis dedos la colina fértil del verso”.
Por último te diría que yo creo que entre los dos libros hay un crecimiento del ser humano. Porque esos años, como tú ya lo sabes, fueron muy duros para mí y me enfrentaron a la pérdida de seres muy cercanos y muy amados por mí y me enfrentaron a la posibilidad de mi propia muerte al padecer cáncer. Entonces uno hace un giro en la forma de mirar la vida y de qué cosas son valiosas, importantes, y de cómo quiere vivir el tiempo que tenga para vivir. Yo creo que hice un gran aprendizaje de vida en esos tiempos, que lo sigo haciendo ¿no? Y creo que quizás me volví más humilde porque, justamente, la vida te demuestra que no eres dueño de nada, que nunca estás a salvo de nada y que debemos estar permanentemente en actitud de aprendizaje para poder dar y para poder recibir. Creo que eso también se nota en el último libro, que mi postura frente a la vida es otra, no es exactamente la misma de “La orfandad de la piel” a “En el pliegue de la noche”, cosa que me parece muy buena porque si pasa el tiempo por nosotros y somos inmunes a él, significa que no aprendimos nada.
Y claro, obviamente, la diferencia más notoria entre un libro y otro desde el punto de vista de su presentación y de lo que ofrecen es que “En el pliegue de la noche” contiene un CD con textos míos musicalizados por varios músicos rochenses. Los musicalizaron y los interpretan. Se dio ahí algo muy particular, la conjunción de una cantidad de músicos de diversos estilos musicalizando una única poeta y yo creo que el gran aporte que hacemos aquí es que está reunido lo qué se está haciendo musicalmente en Rocha en este momento. Tiene el disco desde integrantes muy jóvenes, con veinte y poquitos años, desarrollando sus primeras armas en la música, hasta referentes, gente que tiene toda una carrera realizada, referentes musicales de nuestro medio y también de fuera de Rocha ¿no? Y eso también es como una “curiosidad” del libro. No son tantos los libros que acompañan la producción textual con una producción musical.
PdI: Escuchando tus respuestas se me ocurre preguntarte ¿qué te llevó a incluir un CD en el libro y qué crees que le aporta ese material?
M.H: En realidad la idea de grabar un disco dejando registro de las musicalizaciones de mis textos es una idea muy vieja. Con Alejandro Elías, que es quien tiene más participación en el disco, por una cuestión del tiempo que hace que nos conocemos y de que él ha ido musicalizando diferentes poemas de distintas etapas, muchos años atrás, habíamos dicho: “tenemos que dejar un registro de esto”. Porque hemos hecho varios espectáculos poético-musicales. Yeso quedaba en la gente que lo vivía y desaparecía. Una época además previa a los celulares y a toda esta facilidad para registrar, para grabar, para fotografiar. Hicimos muchas cosas de las que no tenemos ni siquiera una foto y entonces empezamos a ver que había mucho esfuerzo, mucha dedicación y que no quedaba registro de eso que estábamos haciendo y surgió la idea de grabar el disco. Por distintos motivos en ese momento no pudimos hacerlo. Pero y lo hicimos después, en este momento, cuando fui a editar el libro. Empieza siendo un proyecto con Alejandro Elías, básicamente con los temas que él tenía musicalizados y un par de músico más que tenían un tema solo mío cada uno. Empezamos así, con esa idea ¿no? Ahora, a medida que yo fui dando a conocer a través de las redes sociales, compartiendo esa experiencia que estábamos teniendo (que fue también una experiencia maravillosa por todo lo que aprendí con los músicos, por todo lo que me brindaron y me permitieron brindarles), empiezan a llegarme los mensajes de otros compañeros músicos que también habían trabajado textos míos o que estaban trabajando en ese momento y aún no me lo habían mostrado, querían saber si me gustaría y si era posible participar del proyecto. Cuando quise acordar me encontré con un conjunto de diez, once músicos, trabajando en torno a mi poesía. No fue fácil el registro de eso porque alguno de ellos ni viven en Rocha aunque son sí rochenses. No era fácil coordinar horarios, entre ellos mismos, entre el estudio de grabación, conmigo, que siempre traté de estar, acompañé la mayor parte de las grabaciones. Fue un proceso que nos llevó varios meses y que demoró la edición del libro, la presentación del libro que estaba pronto desde unos cuántos meses antes y como no terminábamos de grabar no salía a la luz.
Yo creo que le aporta lo que te comentaba recién. Por un lado brinda un panorama de los músicos rochenses de hoy en día, cada uno con su estilo, con su particularidad. Allí uno encuentra desde algunas canciones con un corte más folclórico hasta canciones de rock. Desde una balada bastante romántica a tangos, a tangos fusión y se aportan mis lecturas, también. Como introducción a cada canción, leo un poema; están unidos, poema y canción temáticamente. Hay dos canciones que van solas, sin recitado mío y un poema que no lleva canción. Para mí esto es un poco volver al origen porque música y poesía nacieron juntos. Fue andando el tiempo que se transformaron en artes independientes y creo que presentarlo de esta forma es seguir insistiendo en ese origen, que tenemos presente, evidentemente. A su vez es brindar algo más artísticamente. Otra propuesta que no tiene que ver únicamente con la palabra escrita sino con la palabra cantada, con el sonido, con la creación musical. Me parece valioso dejar un registro de ese quehacer de los músicos. Un registro de mi propia voz que, no seré una gran recitadora sin duda, pero queda allí un registro y me parece que es importante que se guarden esas cosas. Los propios poetas, narradores o lo que sea, leyendo su obra, hablando sobe su propia obra. Para mí es algo más que suma el libro. Una posibilidad más de conectarse con el oyente, en este caso. Creo que el lector tiene una posibilidad más. Quizás algo que no le llegó a través de la palabra escrita, llegue a través de la palabra cantada o a través de una melodía sonora.
No digo con esto que el tener el disco lo haga un mejor libro. Digo que es un plus que el libro tiene. Me estoy acordando ahora de una charla que leí hace poco de Rembrandt con uno de sus discípulos. Rembrandt, que había sido un pintor muy querido por los poderosos para hacerse retratos y demás, en un momento que le da un giro a su pintura, pierde ese apoyo de los ricos, de quienes le encargaban cuadros y se los pagaban bien, por una obra de corte totalmente diferente que hace. Y charlando con su discípulo le dice: “yo sé que perdí el favor de la corte, la mirada amiga de la corte y por un lado eso también me salvó porque pude pintar lo que yo quiero”. Dice: “yo sé que hice una obra maestra, y si no la hice, es al menos lo que yo quería hacer”. Y yo me quedo con esta última idea. Esto fue lo que quisimos hacer con los compañeros, amigos que forman parte del disco. Lo que quisimos entregar a los demás. También lo que pudimos ¿no? Porque todo es perfectible, mejorable. Si hubiésemos dedicado más tiempo hay cosas que estarían mejor pero hubo un momento en que había que cerrar también el disco. Y me quedo con eso, fue lo que quisimos compartir. Una herramienta, algo que construimos juntos y nos sirvió como herramienta de comunicación entre nosotros para afianzar lazos. Fíjate que muchos de los músicos que están ahí fueron mis alumnos, los conocí en el salón de clase y es la poesía y la música la que los trae de vuelta a mi vida y hacen que permanezcan en ella. Entonces afianzamos lazos entre nosotros y creo que con la comunidad, sobre todo con la comunidad rochense, también.
PdI: ¿Como llegaste a Cuba, cómo fue esa experiencia y qué tipo de apoyo tuviste, si tuviste y de paso comparalo con el apoyo que has recibido en Uruguay en sentido general, cada vez que lo has necesitado?
M.H: La experiencia en Cuba fue realmente muy rica y muy removedora. Yo llego allá quizás producto del azar. Yo estaba presentando “La orfandad de la piel”, año 2014 en la Feria del Libro de Montevideo y estaba allí un editor que tiene contacto con la UNEAC, la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, y por su intermedio, un tiempo después, me llega desde la UNEAC la invitación a participar del festival de poesía que se desarrolló una semana en La Habana y otra semana en La Sierra. Yo participé de las actividades en La Habana nada más, no fui hasta La Sierra pero fue una experiencia muy rica. Se realizaba en La Casa de la Poesía, en La Habana vieja, con todo ese calor cubano, calor humano, con esa ciudad tan particular, en esa parte histórica de La Habana, con sus callecitas empedradas, en una casa con un patio hermoso… Allí hicimos los primeros encuentros, eran abiertos, iban otros escritores que conocí allí, como te decía hoy. Había fotógrafos, había gente de la vuelta de la esquina que nos estaba acompañando, en medio del canto de los pájaros, de la sombra, de aquellos inmensos árboles, de todo aquel verde. Estuvimos también en la Fragua Martiniana, con todo el significado histórico que eso tiene. En las calles de La Habana, en la plazas, en las escuelas. Se hacían tertulias en los salones de algunos hoteles de la zona del Vedado, fundamentalmente, pero yo creo que lo más ricos eran esos encuentros que se hacían por azar entre unos y otros que estábamos allí. Nunca faltaba una guitarra, alguien que entonaba unos versos de Silvio, unos versos de Pablo Milanés. Los jóvenes también estaban allí. Yo conocí gente muy jovencita participando del festival. Otros escritores de otras partes del mundo. Conocí una escritora argentina, me impresionó mucho su narrativa, terminamos siendo amigas además. Entonces, esa experiencia me conectó mucho con la gente. Era el mano a mano, el cara a cara, el brindar la poesía, ahí, sentada a un metro, a dos metros de otra persona que veías si estaba emocionada o sonriendo o conmovida por la lectura. Una de las cosas más bellas que recuerdo, cuando me toca presentar “La orfandad de la piel”, porque aparte de las distintas lecturas se hizo una presentación del libro, yo desplegué una bandera de Uruguay que había llevado y comenté “para que esto fuera pleno y completo yo tendría que tener aquí a mi lado una bandera de Cuba”. E inmediatamente, no habían pasado ni dos minutos, uno de los fotógrafos que estaba, aparece con una bandera cubana. Eso que es un lugar común, colocar juntas dos banderas para hablar de la unión de dos pueblos, de dos países, en ese momento, para los que estábamos allí, dejó de ser un sitio trillado y se transformó realmente en un símbolo de lo que estábamos viviendo. Compartiendo, integrándonos, desde nuestras diferencias, desde nuestro modo tan sureño de ser y de estar y con su modo tan caribeño de ser y de estar. Fue un hecho muy significativo que quedó grabado en mi memoria y la de muchos de los que estaban allí, porque significó eso, ¿no? El “te doy” y el “me das”. El “abro mis manos, abro mis brazos” para brindar, para recibir, para abrazar y ser abrazado por el otro. Que creo es la gran función del arte. Por encima de la construcción de la belleza o en defensa de un ideal, como se hace muchas veces, de la transmisión de un sentimiento, del registro de una época, de la denuncia de una atrocidad, creo que la gran función del arte es esa, abrazar y dejarse abrazar.
Sobre los apoyos obtenidos y cómo veo este tema del apoyo a los creadores en Uruguay... bueno, yo a Cuba fui por mis propias cuentas. Habíamos hablado con Cultura, acá en Rocha y existía una chance de que me dieran cierto apoyo económico pero poco tiempo antes hubo un fuerte temporal, lluvias, inundaciones, grandes destrozos y realmente en la ciudad muchísima gente estaba pasando muy mal y había otras necesidades y otras prioridades y yo no fui a concretar, digamos, ese apoyo que quizás hubiese obtenido. Decidí no pedirlo porque en definitiva, en ese momento, tenía la posibilidad de ir por mi propia cuenta y me pareció que había cosas realmente más urgentes, más importantes que ayudarme a vivir esa experiencia del festival de poesía. Mientras te digo esto pienso en aquel famoso refrán que dice: “No sólo de pan vive el hombre” y pienso: “También de pan vive el hombre”. Con todo lo que podemos englobar en esa palabra, en el símbolo del que hablamos cuando nos referimos a “pan”. Con respecto al apoyo, yo creo que es muy poco, muy escaso y la mayoría de las veces, nulo. La mayoría de los creadores vive de otra cosa, se gana el sustento haciendo otra cosa que quizás tenga que ver con su vocación poética, con su vocación de pintor, de la rama del arte que sea. Pero en general no podemos vivir de eso. Y estoy convencida que si uno tuviese más y mejor apoyo también sería más y mejor nuestra creación, el producto artístico que podemos brindar a la sociedad. Las horas de trabajo nos cansan, nos roban tiempo, nos roban creatividad, porque después de trabajar 11, 12 horas al día como trabajo yo algunos días, como trabajas tú, como muchos otros compañeros, uno llega a su casa y realmente lo que quiere es descansar un poco, física y mentalmente. Como decimos en la cortita, la cabeza no da para más. La neurona está agotada (se ríe). Si uno pudiera trabajar menos tendríamos más tiempo para crear, para leer, para instruirnos, para intercambiar y podríamos crear mejores cosas. Siempre hemos sabido los artistas que no podemos esperar mucho del apoyo del estado, aunque no debemos dejar de reconocer que se han abierto algunas puertas, que se dan ciertas facilidades, que hay becas para los creadores jóvenes, que está el tema de los Fondos Concursables, por ejemplo. No estamos dejando de reconocer las cosas que se han hecho en el terreno del arte pero yo creo que sigue faltando mucho. Creo que ese sí que es un puente blanco muy difícil de cruzar, usando la metáfora que hablábamos un rato atrás. En estos días... en estos momentos los recortes presupuestales han pasado en gran parte por el apoyo a la cultura. Por apoyar creadores, por apoyar músicos que dan sus clases, que buscan transmitir ese arte, darles herramientas básicas a otro. Ha pasado mucho por ahí el recorte, por el NO a la cultura, entonces es difícil realmente mantenerse viviendo del arte. No digo que sea imposible pero sí que es bastante difícil. Por lo menos para creadores de mi talla o para los poetas, ¿no? Grandes escritores comentan cómo cuando van a ofrecer un libro de poesía, los editores les dicen que no, que lleven una novela o un libro de cuentos porque eso no se vende. Es difícil para los artistas plásticos, para quienes hacen danza, para quienes hacen teatro, para quienes buscan hacer cine. Es muy difícil para cualquier persona que quiera desarrollarse en el terreno artístico encontrar la forma de vivir de su creación. Pero como te decía hoy, la poesía es terca y el arte en general es terco y la vocación de artista creo que es sentida por la mayoría de nosotros como un destino prácticamente inexorable. Hay quienes no pueden dejar de hacer música, hay quienes no pueden dejar de pintar, hay quienes no podemos dejar de escribir y eso es una gran satisfacción, poder hacer en la vida lo que uno más quiere y más ama. No es nada poco.
PdI: Para terminar, Mariella. ¿Sobre qué o sobre quién nunca escribirías?
M.H: Creo que cualquier tema puede ser objeto de arte, que no hay nada que nos deba ser ajeno, pero en lo personal nunca escribiría un poema de elogio a ninguna persona que esté en un sitio de poder. Me resultan muy sospechosos y poco elogiables en general. Ese poema sé que no lo escribiría.