sábado, mayo 27, 2017

MIGUEL (El Cristo) OLIVERA: "ENTRE EL TANGO Y LA POESÍA, UN CANTOR DE GESTA"

ENTREVISTA 6 – 26/03/2017
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POETAS WHATSAPPEADOS. Ciclo de entrevistas de Poetas del Interior (PdI)

Miguel es uno de esos poetas imprescindibles de nuestro país. Con una vida intensa, con pasajes de todos los tipos imaginables en su transitar,de los buenos y de los otros, El Cristo, (como le gusta que lo llamen y que le pusieron por ser un joven flaco y de pelo largo caracteres que aún conserva) divide sus grandes amores entre la poesía y el tango pero con la misma pasión. Generoso y fraterno con cada persona que trata es un luchador incansable por la justicia social y la identidad afirmada en la libertad que brinda la revolución física e intelectual. Con ustedes... La Leyenda.

POETAS DEL INTERIOR: Miguel, ¿qué se le puede preguntar a un poeta con tu trayectoria y con la vida vivida que tenés vos? Y a su vez ¿qué se le puede decir a los poetas que viene detrás?

MIGUEL OLIVERA: Yo creo que quizás el rasgo permanente o el rasgo destacable de una trayectoria, entre comillas, que es nada más que acumulación de tiempo, uno es viejo y ya acumuló tiempo y a eso se le llama trayectoria. El rasgo a destacar, decía, o a valorar, es la lealtad poética, biunívoca, es decir de la poesía hacia el autor y del autor hacia la poesía. Creo que eso es lo destacable, es decir, la constancia de ese vínculo, de ese cultivo y de esa creación y la fidelidad de ambos uno con el otro, la poesía y el poeta.

PdI: Tengo entendido que tu relación con la poesía es desde muy jovencito.

M.O: Desde la niñez. Yo recuerdo perfectamente, tenía ocho años cuando me vino el primer poema. Yo lo definí en su momento como un vómito dulce y estoy seguro que era un plagio. Estoy seguro que surgió de algún tipo de lectura romántica. Yo accedía a libros de poesía española de mi familia y eso me marcó y seguramente algo le había robado a algún otro gran poeta que leí, seguramente fue así. Y a partir de ahí me gustó... el trabajo, digamos, el tener una especie de escape. Yo jugaba en el minibasket en esa época, era un escolar de una familia tipo, obrera y apareció esto como un fenómeno. En mi casa no había ni siquiera papel para escribir entonces yo escribía detrás de unas facturas de mi padre... que archivaba. En la parte de atrás de los recibos, de las facturas que él acumulaba en carpetas llevando la administración de una pequeña empresa, escribía poesía. Después me ordené más, a los nueve, diez años y hay algo determinante me parece. A mi padre lo matan cuando yo tenía diez años y a partir de ese momento la poesía me llamó a cultivarla. Sentí la necesidad de expresarme de alguna forma... hijo único, pibe huérfano de padre, solo, con pudores para contarle a mis amiguitos de barrio mi dolor, entonces lo volqué en la poesía. El origen fue ese.

PdI: ¿Qué te pasa a vos cuando escritores destacados e importantes del país te consideran a vos un referente y te ven con admiración y cariño? ¿Te marea, te alegra, te genera algo especial?

M.O: Sí, me genera alegría. La fraternidad ente los seres humanos es quizás lo más valioso de la vida. Y en lo profesional, en un ambiente quizás con mezquindades, con competencia, ese tipo de vínculo fraterno, sincero es muy valioso y yo lo cultivo, es decir, hay una palabra que tiene origen lunfardesco que es “frater” que me parece que engloba esa categoría que no es amigo, que no es compañero de lucha o que no es compañero de causa pero que es un frater, es un hermano de causa poética, es un hermano de relación social y lo cultivo y me alegra cuando es recíproco. No me marea, al contrario creo que es una necesidad, que deberíamos ser todos así. Yo he reconocido en mis mayores en materia de creación y de poesía, y el reconocimiento entre nosotros me parece algo natural. Es lógico que un poeta reconozca al otro y lo ame y lo quiera y lo valore.

PdI: ¿Nunca tuviste problema con la palabra “Poeta” a la hora de definirte?

M.O: No, al contrario. Yo empecé a usar quizá el término “poeta” aplicado a mí mismo, antes de serlo. Es decir cuando apena era un incipiente balbuceante infantil. Yo ya me creía poeta (risas) sin pudores, sin pudores.

PdI: Quizás te tenga cansado que te pregunten siempre sobre tu época de detención, pero sin entrar mucho en detalles quería saber cuánto te marcó eso en tu vida primero y después cuanto marcó tu escritura.

M.O: Bien, yo sin querer minimizar el efecto de una cárcel prologada, una prisión prolongada, en definitiva sumando carcelajes... son trece años encerrado. Fue una parte más de mi vida. Como fue tan intensa y como fue total, es decir una privación de libertad absoluta, lo que destaco es que la poesía que estaba incorporada en mí como una actitud de vida fue parte fundamental de la resistencia. Poder resistir situaciones límites... una de las cosas en las que me apoyé, fue en la poesía, en la razón poética que yo la emparentaba con la razón histórica y con la razón política. Entonces eso me sirvió de apoyo íntimo para sostenerme ante adversidades. La poesía me fue fiel una vez más y yo creo que le fui fiel una vez más. Y me salvó... yo creo que la poesía me salvó. Entre otras cosas, claro. Los compañeros, la causa... la poesía también fue un pilar... como el tango, a mí también el tango me salvó.

PdI: En una entrevista tuya que leí hablabas de cómo solucionabas el problema de escribir en prisión.

M.O: Sí. En cierto modo hay una categoría entre los presos que es el preso viejo. Yo fui un preso viejo y eso me favoreció. Es decir tuve unas primeras escaramuzas, primeras relaciones con los carcelajes de prisiones breves... en los primeros años del '60. Procesamientos de meses en Jefatura, Cárcel Central, por acciones políticas en la calle. Breves sí, breves, meses o días y eso me fue formando, aprendí ciertos recursos del preso, para esconder objetos, para esconder cosas y para mí fue determinante mi primera prisión en Punta Carretas... semi prolongada, de un año, donde aprendí casi todos los trucos del preso para eludir la censura, para eludir la revisación, la requisa y los controles de los carceleros. Entonces eso, para encarar después una prisión prolongada de doce años seguidos en el Penal de Libertad, ese bagaje de recursos me permitió esconder poesía, sacar poesía hacia afuera de la cárcel y publicar afuera cuando pude o cuando pudieron quienes lo hicieron. Hay recursos, se puede. No hay que dejar de hacerlo porque te reprimen y bueno caerán los materiales, caían muchos, cayeron muchos, perdí mucha cosa pero también salvé mucha cosa. Casi todos los que escribimos en la cárcel salvamos mucha cosa también.

PdI: ¿Y estar en la cárcel te generaba más ganas de escribir o te quitaba ganas de escribir?

M.O: En mi caso me generaba más ganas de escribir. Me aumentó las ganas de leer. Siempre leer o escribir en la cárcel son fugas, son ventanas hacia afuera, son vínculos con el mundo exterior y leer es viajar y es escaparse, es fugarse y escribir es lo mismo. Te escapás, te fugás por la escritura. Son recursos valiosos y recomendables. Aquel que caiga preso lea mucho. Por ahí se va. Por ahí libera la cabeza.

PdI: Otra cosa metida en tu ADN, Miguel, es el Tango. ¿Por qué el tango?

M.O: Bien, el por qué mecánico... es porque fue la banda sonora de mi infancia. En mi casa la radio permanentemente prendida escuchando tangos, mi padre era un tanguero, bailaban tangos con mi madre. Iban a los bailes, desde antes de nacer yo; aún siendo bebito me dejaban en algún lugar. Llegué a enterarme, por ejemplo, que mi madre me daba mamadera con amapola y me dejaban solo en el rancho, viste, para irse a bailar y yo quedaba ahí, dormidito y cuando volvían de madrugada me encontraban en la misma posición (se ríe) dormido tranquilito. Además, un tiempo más adelante, mi padre los fines de semana chofereaba un ómnibus que transportaba dos orquestas, una típica y una de jazz, que le llamaban en ese momento, a bailes. Y me llevaban con ellos. Entonces conviví durante tres o cuatro años con músicos, me quedaba en los bailes. Fui parte de un grupito de tres tamboriles niños de Romeo Gavioli, porque viajábamos con la orquesta y cuando hacía los candombes ponía a tres niños que eran hijos de los músicos. En este caso yo era hijo del chofer del ómnibus y tocábamos los tamboriles pequeños en los candombes de Gavioli, en los bailes. Y de ahí en más seguí pero me interesó más que nada ... con el tiempo, ¿no? siendo adolescente, el estudio del tango yo no toco instrumentos, no bailo, no canto (risas). O sea mi vínculo con el tango fue más emocional, originariamente, e intelectual en mi búsqueda de la información y me terminé transformando en un especialista del tango, en un estudioso del tango, porque tuve la suerte de que surge en mi adolescencia El Club de la Guardia Nueva, que quedaba a dos cuadras de mi casa y me volví un frecuente y asiduo concurrente. Me hicieron socio y terminé siendo uno de los estudiosos del Club de la Guardia Nueva, de su historia, me volví un investigador. Eramos cinco o seis, entre ellos Horacio Ferrer que era mayor que yo, que ni tocábamos instrumentos, ni bailábamos, ni cantábamos. Entonces nuestro métier era estudiar la historia del tango y terminamos con una audición radial, nuestras fichas y nuestros estudios y de ahí en más lo seguí como un estudio interesante que sigo hasta hoy.

PdI: Miguel, como persona del interior que siempre vivió la movida literaria del país desde lejos, siento gran curiosidad de cómo viviste vos tu relación (algunos como amigos, otros conocidos) con escritores hoy reconocidos como parte importante de nuestra literatura.

M.O: Creo que tuve la suerte de estar en el momento justo de cuando aún vivían los grandes nombres de la poesía uruguaya... Sabat Ercasty, Sabat Pebet, Juana de Ibarbourou, muchos más. Estaban vivos, estaban presentes. Tenían su lugar... eeehh, era la época de peñas poéticas, lecturas, en la casa de alguno o en algún café o en alguna confitería. Y éramos tres o cuatro jóvenes... nos separaban (piensa) veinticinco años... nuestra edad y la del resto de los concurrentes y fuimos como aceptados, como integrados y ahí surge el vínculo y el conocimiento con los grandes nombre de la poesía de la época de fines de los '50 y comienzos de los '60, la pudimos vivir y palpar. Nunca como pares. Yo siempre los destaqué con admiración, los miraba con veneración pero tampoco con endiosamiento. Era la época en que esos poetas descollantes o renombrados tenían discípulos, tenían seguidores, muy pocos, muy selectos. Y ninguno de los tres jóvenes que... te los nombro, Abel Piñeiro, Juan Carlos Tajes y yo que éramos quinceañeros o de dieciséis, diecisiete años, ninguno fuimos alumnos ni discípulos de ninguno de los popes de la época. Los admirábamos a distancia pero queríamos que nos respetáramos mutuamente como creadores. Eso tampoco quiere decir que nos sintiéramos iguales que ellos. Ellos eran lo que eran. Tenían su nombre, su lugar en el parnaso y descubrimos tempranamente con Nicanor (Parra) que los poetas han bajado del Olimpo. Y eso nos ecualizó, somos poetas. Tenés 75 años, sos Sabat Ercasty, sos un crá. Yo tengo 18, soy Juancito pero también soy poeta. Eso es como una paridad que tiene algo de fraternidad también. Y de amor al otro y a esa poesía del otro, de ese pope. Y fue muy lindo conocerlos, fue muy lindo tratarlos y leerlos y comprenderlos, sentirlos ¿viste? Eso fue muy lindo.

PdI: Leyendo el león, (“El León que Ruge en mi Paladar”, Yaugurú, 2015) uno se da cuenta que Miguel Olivera aún tiene mucho por decir. ¿Tenés miedo que algún día se acabe lo que tengas para decir o es algo que te tiene sin cuidado?

M.O: No, el único cuidado que tengo es tratar de hacer conocer la vasta obra inédita y desconocida que aún tengo. Por toda la producción carcelaria que fue muy intensa durante tantos años la he ido dosificando en publicaciones, combinándola con creaciones actuales. Entonces, tengo atrasos. He publicado mucho, he editado mucho y he tratado de publicar con cierto ritmo lo hecho anteriormente. El siguiente libro va a ser lo reciente. Y ese es un plan general pero no lo he podido cumplir. Es demasiado papel, demasiada obra acumulada y lo que estoy tratando de hacer ahora a mis 74 años es ordenar esos papeles, dejar para quien venga después y se le ocurra meterse en esos papeles, dejárselos ordenados. Algo así, sería ordenando mi trinchera final, una cosa así. Pero no, no. Creo que no se me va a agotar el estro, ni yo voy a agotar el estro. La poesía siempre tiene algo para decir nuevo. Tiene algo para decir, eeemmh... no se agota. Podrá agotarse el poeta, porque el poeta se muere, porque el poeta... pero la poesía sigue y va a seguir desafiando a los creadores, mojándoles la oreja a los creadores.

PdI: Y... te preocupa un poco a veces, el rumbo que lleva la poesía de hoy en día. Recuerdo escucharte leer tu poema “Panfleto” y hablabas de “poetitas” y “poemitas amariconados”, quizás o sin quizás, haciendo alusión a una falta de fuerza y compromiso de algunos poeta para con lo que la poesía debe ser, desafiante o provocativa ante a la realidad. ¿Es una preocupación real en vos?

M.O: Si, es una preocupación. Pero más que nada ese tono irónico de mi tratamiento poético, más que una crítica es como un llamado, es un desafío, es una exhortación. Porque se pierde la poesía política o se pierde la poesía de protesta, que son coyunturales que son circunstanciales... poesía de circunstancias, no por la poesía sino porque la causa social o la causa política se desmaya, se debilita, entonces si no hay una causa social o política no puede haber una poesía política y social, van emparentadas, caminan juntas. Entonces más que mi reclamo hacia los poetas que no hacen poesía revolucionaria, es a los hombres, al ser humano que no produce acciones revolucionarias. Que no revoluciona su realidad, que no la transforma. Mi crítica no es hacia la poesía sino hacia los procesos políticos que no alcanzan el cambio, que no llegan al cambio. El progresismo, el reformismo... es decir, no. El cambio social es la revolución. Y la poesía emparentada a los procesos va a ir acompañando esos procesos. La poesía no puede vanguardizar, puede ser una enunciadora, puede cantar la gesta pero no puede gestarla. El poeta canta la gesta, el militante gesta. El militante transforma la realidad... cuando puede.

PdI: Es necesaria una poesía combativa, siempre.

M.O: Combativa siempre en todos los terrenos, en el de la forma, en el de la estética, en el de la formulación, en el lenguaje. Esa es la revolución de la poesía. El tópico revolucionario, los temas revolucionarios que toque la poesía tienen que tener un vínculo con la realidad poética y política de su época. Si o hay una realidad política merecedora de un canto poético epopéyico... Si no hay epopeya no hay canto poético y la epopeya política es la transformación social.

PdI: Para terminar, una pregunta sencilla. ¿Hay algo sobre lo que nunca escribirías?

M.O: Pah... nunca lo pensé. Nunca lo pensé. Creo que he escrito sobre todo. En tantos años y de todas las formas.

PdI: O sobre quién, también podría ser.




M.O: También podría ser. Tampoco me lo planteé. He podido escribir a favor o en contra, sobre todos. Sobre todas las situaciones, los hombres, las personas y los fenómenos. Entonces, creo que no hay tema ni tabú ni prohibido para la poesía porque es quizá el ejercicio más libre de la literatura.


 NOTA: J.D.S. Mercedes 26/03/2007. “Generando DESDE el Interior”.

2 comentarios:

  1. Vamos con los inéditos, Miguel. Que no se pierda nada. Abrazos.

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  2. Excelente entrevista que plasntea las preguntas necesarias y pertinentes, y deja explayarse al entrevistado.
    Y muy al tono las respuestas de ese grande que es mIGUEL aNGEL olIVERA, EL cRISTO.

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